Sr. Director:
Acabo de hacer 1.500 kilómetros por carretera que me ha permitido atravesar de este a oeste la Península Ibérica.

 

Durante esta travesía he podido comprobar con mis propios ojos que España atraviesa uno de los inviernos más secos desde que se tienen registros; los datos apuntan que durante los meses de diciembre, enero y febrero -meses tradicionalmente de pocas lluvias- ha llovido sólo una tercera parte de lo normal. Esta falta de lluvia ya está causando estragos en la agricultura -tanto de secano como de regadío- y en la ganadería, donde la falta de pastos está ocasionando un fuerte sobrecoste en la alimentación del ganado.

La agricultura de secano. Es una pena ver campos en los que la cosecha es prácticamente perdida, es uno de los sectores más afectados por la ausencia de lluvias, especialmente los cultivos herbáceos de Aragón, Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y gran parte de la provincia de Lleida, que suponen la mitad de los 5,4 millones de hectáreas dedicadas al cultivo de cereales de otoño invierno en nuestro país. De no llover en los próximos quince días, la totalidad de la cosecha de estas Comunidades Autónomas se podrá dar por perdida, y la situación será crítica para el resto de regiones españolas, en particular para Castilla y León, Comunidad Valenciana, Navarra y Madrid.

También la ganadería extensiva está sufriendo las consecuencias de la sequía. La ausencia de pastos y superficies forrajeras está provocando un sobrecoste de más de dos millones de euros diarios en la alimentación de las 12 millones de cabezas de ovino/caprino, 320.000 de porcino y 2,2 millones de vacuno extensivo que hay en la Península. A esto se añaden los problemas para dar de beber al ganado, ya que manantiales naturales y charcas se están agotando, provocando la necesidad de transportar agua hasta las explotaciones, lo que genera otro coste añadido para el ganadero.

En lo que respecta a las superficies de regadío, los primeros afectados son los agricultores de Alto Aragón, donde el organismo de cuenca ha restringido un 80% las dotaciones para riego, lo que supone dejar de sembrar más de 40.000 hectáreas de maíz, 9.000 hectáreas de arroz y perder el 50% de la producción de alfalfa y de cereal de primavera. Esto tendrá graves consecuencias económicas tanto para los productores, como para los miles de empleos -temporeros, cooperativas, fábricas de piensos, deshidratadoras, etc.- que genera el sector en la región. En cuanto al resto de cuencas hidrográficas, la situación es también especialmente delicada en el Duero y el Tajo, que se encuentran, respectivamente, al 54,7% y al 51,6% de su capacidad. Por ello, desde algunas Organizaciones Profesionales Agrarias (OPAs) solicitan que las Confederaciones hidrográficas sean sensibles a la situación de la agricultura, adelantando los períodos de riego y autorizando riegos de socorro donde sea necesario.

Además, a las graves consecuencias de la sequía hay que añadir los daños ocasionados por las fuertes heladas registradas en el último mes, especialmente en la Comunidad Valenciana, Murcia, Andalucía y Castilla-La Mancha, donde los agricultores han sufrido pérdidas millonarias, sobre todo en los cultivos de cítricos, fruta extra temprana, cultivos tropicales, hortalizas -tanto en invernadero como al aire libre-, patata, almendro y olivar.

Ante la crítica situación ocasionada por la sequía y las heladas, es necesaria la adopción de medidas destinadas a paliar los problemas que atraviesan la agricultura y la ganadería españolas. Una de las OPAs demanda medidas fiscales que palien los daños ocasionados y, en materia laboral, moratorias en las cuotas de la Seguridad Social correspondientes al cuarto trimestre del año 2011 y todo el año 2012. En cuanto a las medidas económicas solicita, además de ayudas directas para compensar la pérdida de renta, una nueva línea de financiación y créditos bonificados, así como la prórroga de las líneas de financiación para la ganadería y la agricultura.

Ciertamente, las medidas son necesarias y urgentes, sería una lástima que este lleguen, no ya cuando no sean necesarias por que ha llegado la lluvia, sino cuando todo esté perdido, pues las perspectivas de lluvia no son a corto plazo.

Jesús Domingo