Jaume Roures, el líder de Mediapro, a su vez accionista de referencia de La Sexta, nos envió una carta de rectificación que publicamos el pasado lunes, cumpliendo con una ley severísima con el denunciado y que otorga un poder omnímodo al rectificador.

En plata: el discordante puede exigir que se publique lo que le venga en gana, sea verdad o no, y el denunciado no puede defenderse en la misma edición.

Pese a todo, cumplimos escrupulosamente con una ley que no me parece ecuánime. Cuál sería nuestra sorpresa cuando el señor Roures nos exige una nueva rectificación porque no habíamos titulado la primera tal y como él la solicitaba. Lo cual es de aurora boreal. De hecho, titulamos: Jaume Roures rectifica, que es lo suyo, y a continuación colocamos todo su texto.

Pero esto no es todo. Hay más. Al mismo tiempo, llegaba a nuestra redacción una citación por un juicio de conciliación con, naturalmente, amenaza de querella incluida por parte  de Mediapro. Lógico, ya en otro anterior envío -lo que se debe gastar el señor Roures en burofax- el poderoso empresario nos advertía que los tribunales pondrán a cada uno en su lugar.

Siempre he creído que en la judicializada sociedad actual existen dos tipos de personas: los buenos y los malos. Los primeros son los que no denuncian al prójimo ante los tribunales, al menos hasta que no les queda otra opción. Pero, independientemente de esta convicción personal, en la práctica lo habitual era que los gobernantes y grandes editores no denuncien a los periodistas. Los primeros, porque tienen mucho poder como para defender sus tesis, sus actuaciones y su honor (¡Qué concepto tan noble que siempre se mide en dinero!) por otras vías: Boletín Oficial del Estado y acceso a los medios cuando lo deseen. Los segundos, los señores de la prensa, porque se supone que practican la libertad de prensa -como su mismo nombre indica- y disponen de sus poderosos medios para defenderse. Se supone que viven de la batalla dialéctica y se defienden con información y argumentos, no con denuncias.

Pero, al parecer, el mundo ha cambiado. Ahora, la moda consiste en silenciar a la prensa independiente -en España no existe más prensa independiente que la electrónica-, a costa de interponer demandas y querellas. Es la lucha del grande contra el pequeño, la única batalla desde que no sabemos ni lo que es la izquierda ni lo que es la derecha. Y esto porque los grandes le han cogido el gusto a los tribunales: saben que la justicia puede acertar o equivocarse, pero siempre resulta onerosa para los pequeños.

Muchas demandas de los poderosos no pretenden sólo silenciar sino asfixiar con costes judiciales al pequeño. Lo que vivimos es una utilización espuria (adjetivo favorito del que fuera gobernador del Banco de España, don Mariano Rubio, que tanto alegró mi mocedad en el periodismo económico) de los tribunales de justicia. 

Pues mire usted, señor Roures; hasta aquí hemos llegado: no va usted a silenciar a Hispanidad. A esta pequeña empresa periodística le ha costado mucho ganarse su espacio de libertad, que, a día de hoy, tal cual anda el periodismo español, sólo puede conseguirse, insisto, en la red de redes. Como prueba de ello, publicamos hoy una exclusiva sobre su grupo, con todo respeto hacia su persona y a todos los citados, pero hablando claro, no vaya a ser que el lector no se entere. Y es a él a quien nos debemos, no al poder político, económico o editorial.

Por cierto, denuncio -en este periódico digital, no en el juzgado de guardia- en esa información el carácter ferozmente anticlerical y blasfemo, ofensa para dos tipos de colectivos -los que tienen conciencia y los que tienen estómago- del programa estrella de La Sexta, El Intermedio. ¿Sabe usted, señor Roures, por qué el llamado Gran Wyoming se permite mofarse de las eucaristías en la persona del arzobispo de Madrid o en bromear sobre si el cardenal tiene pareja de hecho (por cierto, una ironía sutilísima)? Pues porque sabe que Rouco pertenece al grupo de los buenos y no le llevará nunca a los tribunales. Es una burla sin riesgo y para eso no hace falta coraje alguno.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com