Un lapsus traicionero y harto significativo hizo que el diario ABC explicara a sus lectores que la reforma del Código de Derecho Civil que ha elevado la toma por el ano a la categoría de matrimonio (más bien marinomio y casi manicomio), fue sancionada por el jefe de Gobierno. Hombre no, la sanción legal es facultad del Jefe del Estado, de S. M. Juan Carlos I, Rey de España, no del Presidente del Gobierno.

Y lo ha firmado. Al igual que firmó, hoy hace 20 años, la ley del aborto, que ha servido para perpetrar una cifra que comienza a aproximarse al millón de asesinatos de los seres humanos más inocentes e indefensos y que hoy en día produce un aborto en España cada 6,6 minutos, según datos del Instituto de Política Familiar. Pero él nos lo dejó muy claro recientemente: es el rey de España, no el de Bélgica, y, al parecer, no tenemos opción alguna al trueque.

Por cierto, ¿dónde está el límite de la sanción regia? ¿O es que no tiene límites? Porque si el papel real es rubricar lo que otro le pone ante sus ojos, lo suyo no es un papel, es un papelón. ¿Rubricaría S. M. las leyes eugenésicas nazis de los últimos años 30 del pasado siglo en Alemania? Al parecer, según la teoría vigente sí. De hecho, ha firmado el aborto eugenésico. Y ahora el marinomio, que amenaza con convertir a España en un verdadero manicomio.

Es por ello que mi deriva republicana ha adquirido matices nítidos. Todavía no saludo con el clásico ¡Salud y República!, pero todo se andará.

Además, la sanción del marinomio, homomonio o gaymonio, es de lo más antimonárquico. La dinastía se basa en el matrimonio heterosexual una redundancia- porque si, un poner, el príncipe Felipe hubiera matrimoniado con Zerolo es sólo una hipótesis de trabajo, que conste- pues no habría heredero al trono, no habría Pelayín. Forzando un poco las cosas -y España se ha convertido en el país especialista en forzar las cosas- podrían adoptar a un hijo natural de Carod Rovira, lo cual contribuiría mucho a solucionar la cuestión territorial, aunque seguiríamos precisando de la señora y de la semilla del señor (o sea la de Carod-Rovira, por si alguien se me ha perdido). Y es que la naturaleza es de lo más reaccionario y ultrafacista que existe. Pero a lo que estamos, Fernanda, que se nos va la tarde: no entiendo lo de la sanción regia al marinomio. Para mí que hay algún republicano escondido en Zarzuela o que Su Majestad le tiene tanto paquete a su nuera que ha decidido cargarse la monarquía al grito de ¡Después de mí, el diluvio!

Porque lo que más me cabrea es que, salvo que la procesión vaya por dentro, y debe ir muy, muy por dentro, tales sanciones no provocan depresiones profundas en Su Majestad, retirada temporal de la cosa pública, supresión de las vacaciones regias, qué se yo, un gesto, un mohín versallesco (Sería propio de un Borbón, no?), un ademán, una compensación protocolaria recibiendo, un poner, a la Federación de Familias Numerosas, para encarecer su ayuda a las familias necesitadas, o a familias de inmigrantes. O un discurso de S.A.R. el Príncipe heredero en defensa de la Fundación Vida, dedicada a rescatar a mujeres del matadero del aborto y ayudarles a tener sus hijos, que no en vano el Príncipe de Asturias se ha mostrado como el defensor de toda causa ecológica que se encuentre a mano.

Pero no, no contemplo ninguno de esos signos, sólo una espléndida, casi entusiasta, sin duda risueña, colaboración con la aberración con una sonrisa en el rostro y la colaboración pro-2012. El presidente de la Conferencia Episcopal peruana, el obispo Cipriani esperaba Juan Carlos I no sancionara el marinomio : ¡Bendita ingenuidad!

Ciudadanos: ¡Salud y República! O mejor. ¡República sí, manicomio no!

A fin de cuentas, como nos recuerda un lector, la palabra SIDA significa Sácala Inmediatamente del Ano

Eulogio López