Sr. Director:
El sábado fui a misa por la tarde, me extrañó ver al entrar un grupo elevado de personas desconocidas para mí en esa parroquia, que aunque no es la mía voy con frecuencia.

Cuando comenzó la Eucaristía el sacerdote dijo: hoy nos reunimos aquí para recordar al matrimonio no cito los nombres porque la verdad no los grabé en mi memoria, en ese momento me ocupé de encomendarlos que era lo correspondía. Pero, aunque era día laborable el sacerdote nos dijo que nos sentáramos, quería decir unas breves palabras sobre la vida de este matrimonio.

Muy sencillas, como sencillas fueron las vidas de estas dos personas que Dios había llamado. He tenido la suerte de conocerlos y tratarlos durante muchos años, cuando yo estaba en un pueblo de la serranía de Ronda, decía Don José, y puesto que mañana celebramos la fiesta de todos los santos ellos también estarán en el grupo de esos anónimos que pasaron por la vida haciendo el bien sin dárselas de nada, con humildad, ella entregada a su casa, madre de familia numerosa y siempre atenta a todos los suyos y los de fuera.

Él, un hombre muy trabajador, honesto, servicial donde los halla, colaborando en todo lo que le pedía cuando lo he necesitado. Supieron sembrar para recoger en el cielo, por eso lo hacían con amor. Y la mejor inversión de sus vidas estaban allí presentes, esos eran sus hijos y nietos.

Dios nos ha escogido para que seamos santos (Ef. 1,4), esta es nuestra vocación y esa ha sido la respuesta que ha dado este matrimonio, según las palabras de quien los ha conocido durante mucho tiempo y el testimonio que han dejado marcado en la vida de sus hijos.

Rita Villena

ritavillena6@gmail.com