Miren ustedes, ya lo dijo Emilio Botín: lo que no son cuentas son cuentos. Y resulta que las cuentas no salen. Si el Estado del Bienestar tiene que mantener a indigentes, enfermos terminales, inválidos y lunáticos, las cuentas públicas se van al garete. Y lo que es peor: habría que aumentar los impuestos.

Por eso, con buen sentido, el Ministerio de Sanidad holandés se dispone a  legalizar la eutanasia para bebés, discapacitados psíquicos y dementes. Como se sabe, en Holanda, avanzadilla del progresismo mundial (razón por la cual, gente inteligente como Johan Cruyff vive en España), hace dos años que se implantó la eutanasia tulipán, tanto para aquellos enfermos con dolores que así lo soliciten como para (los más) enfermos terminales. En este caso, deciden dos médicos, y, no se crean (aquí exudamos garantías procesales): antes debe ser oído un comité médico y otro ético. De hecho, el único que es poco oído y menos escuchado es el interesado, el aspirante a fiambre, por lo que, desgraciadamente, hay que tomar la decisión sin él, aunque, eso sí, con un comité ético, otro médico, dos doctores y un par de pólizas.

Clemence Ross (espero que el nombre no signifique Clemente), ministro de Sanidad de Su Majestad la Reina Beatriz, considera que deben crearse nuevos comités para decidir sobre subnormales (perdón, disminuidos psíquicos, que se les pueda matar pero no ofender).

Y es que Holanda es tierra de libertades. Recordemos que doctores del centro médico Groningen, hace ahora un año, consideraron que hay que eutanasiar a un bebé siempre que consideren que el pequeño no tiene mejora posible. Son gente sensible los médicos de este hospital, por lo que es lógico que, al contemplar el dolor de un bebé, lo primero que se les ocurra es aplicar el viejo, y progresista, principio que reza así: Muerto el perro, se acabó la rabia.

De locos (perdón, dementes) y retrasados (perdón, disminuidos psíquicos), no hace falta decir nada. Está claro que ninguno de ambos grupos sociales puede llevar una vida digna. Y la dignidad es importante, señores, no lo olviden nunca. Mejor morir de pie que vivir arrodillados. Ciertamente, el Che Guevara hablaba de morir, no de matar, pero el mensaje sigue siendo el mismo, sólo que en avanzado.

Lo digo sinceramente, estos vanguardistas proyectos holandeses deben ser aplicados en el mundo hispano a la mayor brevedad posible. No hay un minuto que perder. En España, por ejemplo, propongo que se regule la eutanasia para ancianos (no hacen más que cobrar pensiones) y para enfermos sin curación (por ejemplo, todos los afectados por vejez, la patología más incurable de todas). Luego, deberíamos seguir con los banqueros. Ya lo dijo el inolvidable Carlos Solchaga: ¡Mala gente los banqueros, mala gente! Con los banqueros en particular y con todos los ricos en general, hasta hacer realidad aquel romántico grito obrero : ¡Qué se mueran los ricos y las mujeres de los pobres! Finalmente, un toque de gracia, podríamos eutanasiar a todos los hinchas del Barça y del Sporting de Gijón. Los primeros, porque no me negarán que hay que estar un poco loco para ser culé. Los segundos, yo soy de Oviedo y ya me entienden: ¡Muerte al culé y al culomollao! 

Pero no podemos quedarnos ahí. Por ejemplo, ¿qué pasa con los gordos? No necesito explicarles los sobre costes que imponen al sistema sanitario, por no hablar de lo desagradables que resultan cuando pasean por el centro de nuestras ciudades. Glotones empedernidos, tripas andantes, sebos ambulantes.

¿Y qué me dicen de los tontos? Ellos no saben que lo son, ciertamente, pero es porque son tontos. Es lo mismo que ocurría con aquella gorda que se miraba al espejo y exclamaba: Debo estar anoréxica, porque me veo gorda. No, ellos no lo saben, pero son tontísimos, y su productividad es mínima, además de resultar un insulto para la gente inteligente e instruida: usted y yo, sin ir más lejos. Sé que aplicar la eutanasia a los cortos podría diezmar a la clase política encargada de promulgar las normas necesarias, pero no se preocupen: son tan tontos que no se darán cuenta.

¿Y los feos? Una ofensa a la estética comunitaria. Y la estética, dice la modernidad, forma parte sustancial de la ética, de la moral cívica a la que aspiramos. ¿Quién decidirá quién es feo y, por tanto, eliminable? Un comité de ética, naturalmente, asesorado por otro comité científico y con la firma de dos médicos colegiados. Ante todo, estamos en un Estado garantista. 

Y lo único que me asombra de toda esta locura europea es la ausencia de asombro. Esto pasa en el seno de la Unión Europea y nadie levanta el brazo para exhalar aquello de: ¡Pero....! Lo de Holanda no es una sorpresa: era lo previsible. Una vez que se aprueba la eutanasia, al igual que ocurre con el aborto o con los embriones, lo lógico es ampliar el campo de tortura. Las tropas de Hitler tardaron una semana en conquistar Holanda. Ahora, sus herederos son el propio Gobierno holandés, democráticamente elegido. Y lo asombroso es que nadie se asombra.

Eulogio López