José Antonio Ullate Fabo es un topo concienzudo. De los que se toman los análisis con calma, llegan a lo más profundo y luego regresan a la superficie para resumirnos su aventura y ponérnoslo fácil a los del vuelo rasante. O sea, el retrato robot de las personas a las que yo admiro pues poseen las escasísimas virtudes que le faltan a mi amplia panoplia de talentos. Tras desbaratar, en "La verdad sobre el Código Da Vinci", al pobre Dan Brown, ahora Ullate ha girado el periscopio hacia los masoncillos ("El secreto masónico desvelado", editorial Libroslibres), ese nebuloso objeto de atracción y repulsión cuyo origen algunos -por ejemplo algún masonazo entusiasta- remonta hasta unos siglos antes de la creación del mundo, de lo que debemos deducir que hablamos de una institución muy acrisolada, anterior a los tiempos de Manuel Fraga y Manolo Chaves, por ejemplo.

El vínculo de una institución no son sus personas -que más quisiéramos- sino su ideario. Por eso, Ullate ha evitado el morbo y se ha quedado con la almendra, que no es mala táctica. Del libro he extraído varias ideas, que paso a exponer a tan respetable público:

1. El deísmo, el dogma de los masones, o al menos el más habitual en la historia masónica, no es más que ateísmo. Cita de Bonald: "Un deísta es un hombre que aún no ha tenido tiempo para llegar a ser ateo". Es decir, que un deísta es lo que hoy llamaríamos, o se llamarían a sí mismos, agnósticos.   

Viendo la evolución de los masoncetes, se llega la conclusión de que tener fe no es creer en la existencia de Dios, sino en su misericordia. Para creer que Dios existe no hace falta fe, sólo ojos y un adarme de sentido común. Para creer en la paternidad clemente de Dios hace falta gracia y libre aceptación de esa gracia, que una cosa es ser bondadoso y otra hijo de Dios. O como reza el viejo adagio castellano: el infierno está lleno de personas bondadosas. Al final, la masonería no es más que cambiar a Dios por el hombre, a la justicia por la igualdad y a la caridad por la filantropía. Tener en fe no es creer en Dios sino en su misericordia.

2. Logias y satanismo. Ullate deja claro que una cosa son las logias y otra las sectas satánicas. Es lógico, los masoncillos son mucho más horteras que los diabólicos. Por ejemplo, ZP -que no sé si es masón, se lo he intentado preguntar por tres veces pero nunca he conseguido que me responda - pertenece al espíritu masoncete. Del Siglo XX al siglo XXI es el paso del buenismo al terrorismo directo: el feminismo abortero y su lucha de sexos, el cientifismo que utiliza a los embriones humanos como cobayas, la elevación de la sodomía a principio ético y el estallido pedófilo, así como el inicio de un proceso que pretende legitimar el incesto, todo ello lleva la marca de Satán, y termina -a veces incluso empieza- en la Cristofobia.

3. Elitismo cursi-masón. Es otra de las lecciones de Ullate, quien nos explica que el esoterismo, un mundo para iniciados alejados de la plebe, es otra de las notas sustanciales del templo masónico, donde no se admite a gente soez y de baja ralea. Es curioso que se unan masonería e ilustración, ilustración y Revolución francesa y guillotina con democracia, cuando lo que ha marcado la historia de las logias es el antónimo de la democracia: la aristocracia, ya sea en su versión político-feudal o en su versión económica: plutocracia. O Dios nación o Dios-mercado. Créanme: ambos son un asco. Chesterton ya recordaba que la única democracia posible es el cristianismo, en cuanto predica la igualdad de los hombres por ser hijos de Dios.

4. La masonería es relativista, es decir, burocrática y autoritaria. Sí, no se asombren de la combinación. Ullate lo explica de maravilla: "Si la masonería busca encontrar la fraternidad humana, dejando al margen los dogmas, un precio a pagar es el de que cada masón tenga su propia interpretación que rivalice con las demás (sobre cómo llegar a esa fraternidad). El método para salir de ese atolladero ha sido un rígido voluntarismo, es decir, forjar una estrecha disciplina… Esa combinación de agnosticismo dogmático y de autoritarismo ha demostrado ser raíz de discordias sin número". El eterno dilema: o dogma liberador o burocracia asfixiante. Ullate glosa esta aparente paradoja con una cita de Dostoievski: "Si Dios no existe todo está permitido", y con la contraria, en mi opinión más brillante, a cargo de Giacomo Contri: "Si Dios no existe todo está prohibido"

5. Cábala y Rosacruces. Si leen a Ullate se enterarán de lo que es la Cábala, una cima que llevaba años intentado escalar y que al fin he coronado. De los rosacruces, otra derivación masónica, visceralmente anticristiana y lo más parecido a una ONG que podemos encontrarnos tres siglos atrás, aún recuerdo un suceso de mi juventud (sí, yo también fui joven una vez). En un piso de universitarios dados a la coña perpetua se nos ocurrió escribir a una secta rosacruz norteamericana, animados por el espíritu juvenil de los años setenta, que nos impelía a incordiar todo lo posible en nombre de la frontera cultural. De repente, desde el otro lado del Atlántico, comenzaron a llegarnos estampas, luego folletos, más tarde libros. La situación se volvió agobiante. Nuestro misterioso interlocutor insistía en que respondiéramos, e incluso recuerdo una preciosa etapa de dos bajeles con la siguiente inscripción: "Dos barcos  se cruzan en la niebla sin encontrarse". Ahí fue cuando descubrí la cursilería masónica…  eso que no sabía que los rosacruces eran masonazos fanáticos de la ilustración, la fraternidad y un montón de cosas más: ‘mismamente' como las ONG, sólo que sin subvenciones de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI).

En definitiva, al fin, gracias a un tipo serio, ahora podemos saber qué es la masonería. Nos falta el morbo, es decir, quién es masón. Lo acepto, pero no acudan a los manuales -aproximadamente una docena- de Ricardo de la Cierva, César Vidal, cuyo listado de masonazos llega, indefectiblemente, hasta la II República. A partir de ahí, la opacidad. Mejor quédense con Ullate. Canela en rama.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com