Dice Zapatero que él es rojo, utópico y feminista. Lo de utópico podemos dejarlo : a fin de cuentas, estamos hablando de un progresista, lo que significa que cree en el progreso, algo que por ambiguo, equívoco y errático, bien puede confundirse con la utopía.

Luego está lo de rojo. ¡Ojalá, hijo, ojalá! Si queda algún rojo en el Partido Socialista, deberían conservarlo en formol. En la izquierda parlamentaria española, ya no quedan ni colorados, ni tan siquiera encarnados, anaranjados, cuando no amarillos, con aire de Hare Krisna ricos, con corbata y poco más.

Ahora, lo mejor ha sido lo de feminista. Es sabido que todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas: un varón feminista. Eso es tonto del bote, tonto del higo, tonto de baba, tonto del pompis, tonto incorregible, tonto eterno, sencillamente tonto. Un hombre feminista se merece todo lo que pueda ocurrirle, que según su condición puede ser mucho y malo. A lo mejor, lo digo por su otra autodenominación, la de justiciero de mujeres, Zapatero quería decir que era un caballero, pero no, al parecer le gusta más lo de justiciero, porque la caballerosidad, como todo el mundo sabe, es de derechas, mientras la venganza justiciera es de izquierdas de toda la vida.

Con este acervo cultural, no es extraño que la imagen del Presidente del Gobierno oscile entre dos extremos: sus adversarios piensan que es un radical miserable y rencoroso; sus seguidores consideran, por el contrario, que es un ser listo y modesto, mitad por mitad, y es la parte modesta la que oculta su portentosa inteligencia.

Quizás por ello, Zapatero se considera un rojo. No sabe que los rojos, para desgracia de todos, ya no existen, y que ahora se han convertido en progres. Es decir, que loa justicia social la consideran cometido de técnicos, y que su nuevo credo ya no está ni en el manifiesto comunista, ni en la Internacional, sino en una leyenda que reza, es un decir, lo siguiente: ¡Abajo los curas y arriba las faldas!

Nada menos utópico que el sexo y nada menos romántico que la ausencia de ideales, pero no para Zapatero, el último proletario.

Por ejemplo, el PSOE acaba de anunciar que prepara una enmienda al borrador de Presupuestos Generales del Estado para 2006. En ella, se advertirá a la Iglesia que justo en ese año, en 2006, se le acabará su actual régimen de financiación. Es decir, que con tal de fastidiar a los curas, el presidente del Gobierno está dispuesto a suprimir la única parte del impuesto sobre la renta parte mínima, de un 0,5%) donde el contribuyente se convierte en ciudadano, es decir, donde puede elegir dónde va a parar el dinero que paga al Estado : si a la Iglesia Católica o a otras asociaciones de carácter religioso, social o humanitario. Y en efecto, el asunto se puede considerar todo un privilegio, sobre todo si se compara con el no-privilegio del 99,5% restante, un cheque en blanco que los españoles entregamos al Gobierno, es decir, a quienes quieren suprimir tan lamentable privilegio del 0,5%.

Supongo que el resto de organizaciones sociales y humanitarias estarán felices de la supresión de esta subvención, la única subvención democrática, porque es decidida por los españoles, y supongo, también, que al progresista Zapatero ya sólo le queda la segunda parte, la de arriba las faldas. Pero de eso no se encarga él personalmente, sino la tele, que para algo debe servir.

La verdad es que el Presidente del Gobierno, al menos en la Villa y Corte, comienza a ser tomada ligeramente a coña por propios y extraños, de derechas izquierdas y mediopensionistas. Y no porque sea tonto, que desde luego no lo es, sino por ese empecinamiento en aparentarlo.

Eulogio López