Eudaldo Forment es catedrático de Metafísica de la Universidad de Barcelona. No le conozco personalmente, pero por lo que he leído de él me lo imagino como uno de esos tipos a los que conviene tratar de usted. Les das los buenos días y te hablan de ser y persona durante un largo rato.

Por tanto, me he tomado muy en serio su alegación de que su esposa, tras haber permanecido en coma 40 días por una afección cardiaca se recuperó de forma médicamente inexplicable, lo que atribuye a la intervención de Sor Patrocinio, la famosa monja de las llagas, una figura apasionante, para al menos tres tipos de personas: los amantes de la historia de España, los magnates del secuestrador Salustiano de Olózaga, un ligón frustrado, como buen progresista, los seguidores del padre Pío porque resulta que los estigmas de Sor Patrocinio fueron comprobados hasta por el Espadón de Loja, que quiso comprobar el prodigio con sus propios ojos y llegó a la conclusión de que no había truco.

La editorial Homolegens ha recuperado esa figura igualmente molesta para todos aquellos racionalistas, enemigos de comprobar con la razón la sobrenaturalidad de ciertos acontecimientos cotidianos como para aquellos creyentes en  que se asustan cuando el Todopoderoso se compota con poder.

Resulta que la monja del XIX, miren ustedes por dónde, se está dejando ver en el siglo XXI. A ella se atribuye, también, la curación de un cáncer de la hija -seis años- del empresario Alberto Pascual, desahuciada por cáncer. Tanto es así que, con motivo de la publicación de esta obra, varios obispos españoles se han dirigido a la Abadesa de las concepcionistas franciscanas descalzas de Guadalajara, donde residió la monja de las llagas, testificando la devoción que sienten hacia la religiosa y solicitando que pronto la pueden venerar en los altares. Uno de esos testigos es el prelado del Opus Dei, Javier Echevarría.

Decíamos ayer que Medjugorje era un milagro comprobable. Y así es, pero no el único. Y en pleno siglo XXI...

Eulogio López

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