La elección de Jean Claude Juncker (en la imagen) como presidente de la Comisión Europea fue rápida, afortunadamente (se aprobó en la primera cumbre del Consejo Europeo, el pasado viernes, y ahora sólo queda el visto bueno de la Eurocámara, a mediados de julio, el 16), aunque estuvo precedida de negociaciones silenciosas entre las filas conservadoras (al final y al cabo era su candidato) y otras estruendosas, como la reunión de Merkel con tres países 'díscolos' contra Juncker en Suecia, en la que Cameron amenazó a la canciller alemana con el sempiterno chantaje británico: o Juncker o yo, o ponemos a otro (porque Juncker no nos gusta) o el Reino Unido se irá de la Unión. Como se sabe, Cameron se ha comprometido a organizar un referéndum en 2017 sobre la continuidad británica en la UE si es reelegido el año que viene.La elección de Juncker, por tanto, ha puesto en evidencia, que en una balanza pesa mucho más el poder de Alemania para concitar voluntades que el clásico aislamiento británico en la Unión. No hay que olvidar que, paralelamente, los partidos europeos habían nombrado unos candidatos y se habían comprometido a apoyar la lista más votada el 25 de mayo. En suma, que según el veredicto de las urnas, ya no había dudas de que Juncker sería el relevo de Durao Barroso. Mucho más democrático todo, faltaría más. Y eso no quita que en la trastienda, no nos engañemos, todo responde a intereses nacionales. La diferencia está en que Alemania se ha salido con la suya porque es más fuerte que nunca y el Reino Unido ha perdido porque ya no puede imponer su voluntad como en tiempos de Margaret Thatcher y le cuesta, también más que nunca, "defender los intereses británicos" (así lo ha reconocido el propio 'premier').

Cameron acusó a Juncker de ser demasiado europeísta y ese argumento fue precisamente el que convenció a los otros países europeos -salvo a Hungría, por otras cuestiones- para elegir a Juncker. Todos, salvo Gran Bretaña, quieren más Europa, que se ha convertido en el mejor antídoto para seguir avanzando en la construcción europea, renovar sus instituciones y combatir el euroescepticismo. Incluso una coalición de socialistas y demócrata-cristianos (con la suma de los liberales) es más fácil si se trata de profundizar en ese avance. Y, claro, la reacción de Cameron al 'desaguisado' suena a epitafio: "Ha sido un grave error, trabajando juntos hubiéramos encontrado un candidato alternativo, pero vivirán para lamentarlo".

Alemania se ha salido con la suya porque es más fuerte que nunca y el Reino Unido ha perdido porque ya no puede imponer su voluntad como en tiempos de Margaret Thatcher

Ahora bien, queda por saber en qué se concretará ese "más Europa". La UE tiene por delante muchos desafíos económicos para que Europa sea más que una realidad unida sobre el mapa. Hablamos de unión, no sólo monetaria o bancaria, sino también socialfiscal o energética. Juncker se ha mostrado partidario, por ejemplo, del salario mínimo europeo, lo que acabaría, si se concreta en más que una aspiración, con la importante brecha salarial que existe entre los países europeos. En España, con 752,85 euros al mes, ese salario mínimo es el más bajo de Europa, casi la mitad que en Francia (1.430,22 euros) y está mil euros por debajo del de Luxemburgo. Y solucionada esa brecha, se podría hacer también más justicia con la armonización fiscal. Si la presidencia de Juncker avanza en ese sentido estará bien y hará cierto lo que dijo en Madrid de que Europa debe ser "no sólo un conjunto económico, sino también social".

Pero Juncker -una vieja gloria (liberal) de la política europea,  arquetipo también del euroburócrata- tiene un problema que le cuelga como una estampita: su opacidad. La misma que cuelga de su país, Luxemburgo, que gobernó durante 18 años, un paraíso fiscal que se niega a dejar de serlo. ¿Qué consecuencias puede tener: las mismas que le marcaron en su presidencia del Eurogrupo.

Le 'molesta' un pelín eso de la solidaridad entre los europeos y ya saben lo que eso significa: que puestos a defender algo, prefiere defender a la Europa más rica, la del norte, con Alemania como brújula. Veremos.

Miriam Prat
miriam@hispanidad.com