Decíamos este lunes que Mariano Rajoy se está convirtiendo en víctima del ajuste. Es la crítica del PSOE, que debería estarse calladito durante unos años, hasta que olvidemos ese agujero negro que es Zapatero, pero es cierta.

 

Los ajustes constituyen verdaderos palos a la ciudadanía, y la ciudadanía está dispuesta a afrontarlos siempre que vea la luz al final del túnel. Y no puede esperar a que mejore la competitividad, como asegura el gobernador del Banco de España y la doctrina clásica, porque la competitividad es una variable muy relativa, muy variable.

Dicho de otra forma: cuando todos los países ajustan, es muy difícil que mejore la competitividad española o nos vamos a quedar congelados. Y no olvidemos que para reducir el déficit público no basta con reducir gastos, también hay que mejorar ingresos.

En definitiva, Rajoy debe compensar todos sus ajustes con una elevación de salarios bajos que mejore el consumo y, sobre todo, que permita respirar a las familias. Para ello, el salario mínimo interprofesional por ocho horas de trabajo debe situarse en los 1.000 euros.

No se puede pedir sacrificios eternamente sin contraprestación visible. Más que nada, porque la gente pierde la esperanza, que una variable económica aún más difícil de recuperar que la competitividad.

Eulogio López

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