Gran revuelo el que se ha armado en la red con la remodelación del Gobierno (en la imagen) que baraja Mariano Rajoy, y que adelantábamos en Hispanidad el pasado viernes. En Moncloa nos advierten que esa no es la remodelación de Rajoy, sino la de Javier Arenas, que ya ha perdido todas sus esperanzas de ser vicepresidente del Gobierno y quiere, como medalla de plata, controlar el partido, a costa de enviar a Cospedal al Gabinete.

No era nuestra fuente Arenas, un político que, en efecto, busca su lugar al sol tras su fracasado éxito en las elecciones andaluzas sino el propio Gobierno. Otra cosa es que coincida con los intereses de Arenas, empeñado en librarse de la tutela de Cospedal.

La otra figura controvertida para el nuevo curso es el titular de Hacienda, Cristóbal Montoro, quien levanta ampollas entre muchos ciudadanos pero ha sido el ministro más influyente del Gobierno en materia de déficit público, es decir, para el Ejecutivo, lo más relevante.

Pero, en cualquier caso, la remodelación que sí estudia Rajoy pivota sobre la necesidad de recuperar la iniciativa política ahora que nos disponemos a entrar en la segunda mitad de la legislatura y ya hay que pensar en próximo comicios. Y ahí llega la clave de los argumentos que los partidarios de que Rajoy haga cambios (entre ellos, su círculo íntimo, que lidera Moragas): es difícil mantener al dúo de número dos del poder popular, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal, en permanente enfrentamiento.

Y sobre la entrada de Cospedal como ministra de Justicia puede decirse aquello de que cuanto más cerca del peligro más lejos del daño. Sí, hablo de Bárcenas. Pero, claro, ella no se conforma con ser titular de Justicia en un Ejecutivo que tiene como vicepresidenta a su competidora.

En cualquier caso, lo que está claro es que son los progres del Partidos quienes se están imponiendo en el entorno de un presidente que, no es exactamente progre sino más bien, y perdonen por el 'palabro', importada de la Cuba de Castro, un 'huevón'. O sea, partidario de no cambiar nada para que todo cambie por sí sólo. No lo de El Gatopardo, sino todo lo contrario.

Eulogio López

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