Ha muerto Mariam Suárez, hija del ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez. De cáncer, como su madre, y tras una vida que fue una pugna contra esta enfermedad, la historia de un fracaso médico, a pesar del espejismo de "lo mucho que se ha avanzado" en los tratamientos.

A Mariam Suárez le diagnosticaron cáncer de mama cuando estaba embarazada de su segundo hijo. Algún periódico ha llegado a decir que se sometió inmediatamente a los tratamientos de quimioterapia y radioterapia, porque los médicos le advirtieron que no afectaría al bebé. Si hay un médico en el mundo que pueda afirmar eso, le cedo toda mi hacienda (no iba a representar mucho, pero en fin). Entonces, ¿a qué viene esto? Pues, muy sencillo: a que la progresía que controla los medios no puede aceptar que Mariam Suárez, una mujer creyente, prefiriera esperar, aunque la espera pudiera resultar peligrosa para su salud, a someterse a los tratamientos intensivos que requería un enemigo tan peligroso.

Es más, la imagen que las televisiones y los periódicos han presentado de Mariam Suárez, es un monumento al eufemismo y al equívoco: he oído hablar de su "ansia de vivir", se han retocado declaraciones suyas donde habla de su "lucha contra la enfermedad", pero se ha ocultado que Mariam Suárez le daba un sentido a su vida, a su existencia, que no era otro que su fe en Dios. Y es que el problema del mundo actual se llama logoterapia: si no se da un sentido a la vida, entonces tampoco la muerte tiene sentido alguno. Mariam Suárez tenía una razón para vivir, que era su fe. Por eso, luchó contra la enfermedad y, por eso, al mismo tiempo, murió con serenidad.

Mariam encarna el cambio de la modernidad a la post-modernidad. En la primera, el racionalismo le llevó a una desconfianza en la razón humana, incapaz, sin ayuda de la fe, de encontrar un sentido a la existencia. Pero, como suele ocurrir en la historia de las ideas, la carencia de soluciones se convierte en norma. Así, el modernismo se convirtió  en post-modernidad, que, visto que no podía encontrar una razón para vivir, decidió que tampoco merecía la pena la búsqueda. Y en ello estamos: lo que los sabios llaman nihilismo y los legos amargura.

Al 'amargao' no le gusta la gente feliz. Por eso, había que ocultar las verdaderas razones de Mariam Suárez para actuar como actuó. Muy bueno lo suyo, comenta la prensa, pero no lo hizo por razones sobrenaturales (las razones sobrenaturales no existen), sino por una especie de paganismo heroico, que le llevó a escribir un libro, pensando en los demás, como afirma el diario El Mundo.

En otra palabras, ¿hubo una decisión heroica por parte de Mariam Suárez a la hora de retrasar la medicación que con tanta urgencia necesitaba hasta que el embarazo estuviera en una etapa avanzada y su hijo nonato no resultara afectado? Sí, la hubo, convencida de que el aborto suponía la muerte segura de su hijo. Pero la censura progre ha corrido a taponar esa vía, y El Mundo nos informa de que comenzó el tratamiento de quimioterapia "al garantizarle los médicos que no perjudicaría al bebé". Mentira. Comenzó el tratamiento con tres meses de retraso, precisamente porque los médicos (en concreto, los de la clínica universitaria de Pamplona, perteneciente al Opus Dei) le dijeron el momento a partir del cual consideraban que ya no había peligro y en dosis en la que ya no había peligro.

Simplemente, Mariam Suárez consideraba que después de la muerte hay otra vida, tenía fe en ella y se abandonó en las manos de Dios. Por eso, también, el movimiento Provida les otorgó su más preciado galardón.

Los progres, ¿por qué mienten tanto?

Otrosí. Su hermano Adolfo Suárez junior afirmaba, de forma serena, que Mariam había muerto con gran serenidad, lo que no deja de ser síntoma de predestinación. Oyéndole, me acordé de su fracaso político. En verdad, al hijo del político que hizo la transición española hacia la democracia se lo comió crudo el socialista José Bono. Y todo es cierto. Pero también lo es que lo que no se le perdona a Adolfo Suárez es que sea un tipo guapo y bien plantado y, sin embargo, de misa diaria. En la iconografía post-moderna los devotos de misa diaria son personajes enjutos y encorvados, flácidos, beatorros y cobardones, de mirada huidiza y aspecto mezquino. 

En definitiva, tanto Mariam como Adolfo Suárez han sabido darle un sentido a su vida. Y eso no gusta a la post-modernidad, que ha fracaso en el intento.

Eulogio López