"Alguien tiene que hacer frente a la especulación". No lo dice un portavoz rastroso del 15-M, sino el ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, José Manuel García Margallo, probablemente la cabeza mejor amueblada del Ejecutivo Rajoy.

Recuerdo que cuando empezó la crisis, Hispanidad fue el único digital que empleaba el término especulación, y no eran pocos los emilios que nos llegaban recordándonos que estábamos utilizando la terminología marxista de los años sesenta. Y los más sabihondos nos preguntaban, displicentes, qué era un especulador o aseguraban, con un sonrisa fácil, que especuladores somos todos (en eso tienen razón, que conste, pero algunos más que otros).

Pues bien, Margallo reconoce ahora que los especuladores -no los inversores, tampoco el neutro 'mercados'- se están cebando con España mientras Europa mira hacia otro lado. Hasta que se topó con el ultimátum de Rajoy: o me compráis deuda o España se va del euro y el euro se hunde.

Sí, la especulación existe y no conviene confundirla con la inversión financiera. Los inversores financieros son millones y millones de personas, casi todas aquellas a las que les sobra dinero tras haber cubierto sus necesidades primarias. Especuladores, por contra, son esos centenares que usan el dinero de todos esos millones de inversores y deciden a qué colectivo o a qué país hay que extorsionar.

Por eso, y esto no lo ha dicho Margallo, hay que ir hasta el fondo en la lucha contra la especulación financiera: hay que freír a impuestos a los intermediarios, hay que implantar no la Tasa Tobin, sino muchas Tasas Tobin (pero esto no lo ha dicho Margallo, que conste: lo he dicho yo).

Y aún hay otro tópico intocable en la economía actual, por el que también Hispanidad ha sido víctima de un sinfín de burlas: que los bancos quebrados deben quebrar y que el dinero público sólo debe servir para cubrir el dinero de los depositantes y no de los inversores. Traducido al español actual: para cubrir a los cuentacorrentistas, no a los inversores de preferentes claro... salvo que haya mediado engaño en la sucursal, claro está.

Y miren, entonces nos sale el español del Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS), Jaime Caruana (en la imagen), exgobernador del Banco de España, para decirnos que hay que prever un sistema ordenado de liquidación de bancos. Curioso.

Y es curioso, porque el BIS es una pieza clave del Nuevo Orden Mundial (NOM) que hemos creado. Constituye la alianza entre banqueros y políticos: los políticos salvan a los bancos en dificultades y los bancos alimentan a los políticos comprando su deuda.

Es una verdadera conjura de los poderosos contra los menesterosos. Pues bien, ahora el capo Caruana nos pide una solución ordenada para quiebras bancarias.

Pues es muy sencillo, señor Caruana. Un banco puede quebrar como cualquier otra empresa: primero cobran los depositantes, luego los trabajadores, luego los inversores. Pero eso contradice todo lo hecho en Occidente durante cinco años de crisis con dinero público a espuertas para salvar bancos.

A lo mejor es que Caruana habla ahora cuando ya termina la oleada de salvamento de bancos privados con dinero público.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com