El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, se anticipó a cualquier propuesta de su partido, y una semana antes de las elecciones gallegas, ya advirtió a su Ejecutiva que se quedaría, aunque perdiera Galicia. Ahora que la ha perdido, al parecer se queda. Rajoy es un líder aún más acomplejado ideológicamente que su antiguo mentor, Aznar, un personaje para el que los únicos valores útiles son aquellos que cotizan en Bolsa o aquellos otros que otorgan el poder. Rajoy no tiene principios: hace sociología política.

Barones de su partido han amenazado con oficializar la crisis, pero por el momento nadie se atreve a hacerlo. Es más, el único al que tienta abrir una nuevo partido es a Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid, que es como Rajoy : aún más progre, aún más centro-reformista, aún más nada de nada.

Rodrigo Rato está muy cómodo en el FMI y aún más cómodo con sus espléndidas relaciones con Jesús Polanco. Loyola de Palacio, orillada por Rajoy, se ha metido a consejera de BNP y de Zeltia. Jaime Mayor Oreja está en el limbo, y el resto de dirigentes del Partido Popular te dicen eso tan bonito de todavía no sé quién pero seguro que hemos ganado.

Este es el verdadero problema: si se va Rajoy, ¿el sustituto puede ser mejor o simplemente peor?

Eso sí, es este el momento en el que un político del partido podría dar el paso al frente en la dirección de que recupere sus principios cristianos, principalmente la defensa de la vida y de la familia, ante el cretinismo rampante del Zapaterismo, y rompiera el PP (no nos engañemos, eso lleva a la ruptura) pero reteniendo las siglas, que son lo único que queda con valor. Debería ser un líder que recuperara a los movimientos familiares y todo el electorado que está harto de taparse la nariz y votar PP. A todo aquel que, en definitiva, anhela un poco más de justicia social.

El momento es este, porque lo que no se puede hacer es prorrogar la agonía. El asunto corre prisa, porque la técnica de Zapatero consiste en anticipar las elecciones y ganarlas a ser posible como pacificador de Euskadi. Y si no lo logra, aprovechará para convocar elecciones con la reforma de estatutos y la reforma constitucional. Cualquier cosa menos esperar a la previsible crisis económica, que los expertos fechan para finales del próximo año.

Por estas y otras razones: señor Rajoy, márchese.

Eulogio López