Sr. Director:
De mortuis nihil nisi  bonun. De los muertos nada se diga sino lo bueno.  Mejor, como dicen en mi tierra cuando alguien fallece. Al pobre ya le llegó el día de las alabanzas.

 

Este viernes nos ha dejado Marcelino Camacho, un hombre cuyas ideas jamás he compartido, pero a quien siempre he admirado y respetado por su honradez, su coherencia, su coraje, su entrega a la defensa de los trabajadores, él formaba parte de esos trabajadores a quien con tanto valor defendió siempre, pues él era un trabajador que vistió el mono azul en la Perkins Hispania. ¡Qué diferencia con el señor Toxo! 

El nunca se quitó el jersey de cuello cisne para ponerse una corbata y marcharse de vacaciones de lujo mientras miles de familias de trabajadores no llegan a fin de mes, tampoco que se sepa iba a cenar con coche oficial y chófer a restaurantes y hoteles de gran lujo. 

Don Marcelino era un hombre honrado, como diría mi padre, a carta cabal, tanto, que llegó a dimitir como diputado  por desacuerdo con las normas laborales que aprobó el Parlamento con el apoyo del PCE, al señor Camacho no se le puede acusar de vivir de la mamandurria del estado, no se le puede acusar de haber sido un parásito de la sociedad, ¿se puede decir lo mismo de los actuales dirigentes sindicales? Yo creo que no. 

Descanse en paz don Marcelino, quizá, no fuera creyente, pero como yo sí lo soy, al unirme a su familia en el dolor les digo que rezaré por su alma pidiendo al Señor que perdone sus errores que como todo ser humano seguro que los tuvo.

Juan Escribano Valero