Hace algún tiempo, el actual presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, trató de meter a su hermano Ernesto en la ejecutiva del PSC. Compromiso por la familia, lo llaman. El actual primer secretario, Josep Montilla, le paró los pies nepóticos. El asunto quedó en tablas, pero Maragall se quedó con la espinita clavada.

Así que ahora que se siente fuerte porque ha depositado un Estatuto en Madrid, ha intentado aprovechar para hacer frente a una crisis de gobierno y devolvérsela a Montilla, supuestamente más ocupado en asuntos del gobierno nacional. Pero el tiro le ha salido por la culata. Porque Maragall es presidente de la Generalitat con poderes para disolver el Parlament, pero tiene a su partido absolutamente abandonado. Quien manda en el PSC es Montilla, no Maragall. Por cierto, lo mismo que ocurre en ERC: quien manda es Puigcercós, no Carod; y ya puestos, lo mismo que ocurre en el PP catalán, donde Piqué es una isla rodeado de cocodrilos dispuestos a zampárselo en cuanto Madrid dé luz verde. Ocurre que los presidentes de los partidos catalanes no son la cúpula de sus partidos, sino una entelequia fabricada al calor de los medios de comunicación. Y tan efímeros como la vida de un periódico...