El problema fundamental del gobierno catalán es de poder. En política importan los principios, los principios del mes, señala un político un tanto escéptico. Pues bien, en esas estamos, en los principios.

Veamos. A ERC le interesa mantenerse en el gobierno. Saben que si rompen la baraja subirán su peso electoral, pero si el pacto PSC-CiU se consolida, no tocarán poder. ¿Para qué sirve subir en votos si quedas fuera del Gobierno? Los 200 altos cargos del partido presionan; las bases que les acusaron de traidores en la Diada, también.

Por su parte, al PSC le ocurre algo similar. Los charnegos se han hecho con el control del partido y están en el Gobierno. Compartir poder y presupuesto con un partido pequeño, tiene poco coste. Hacerlo con CiU, sale más caro, porque habría que ir a un 50/50 y eso significa retroceder. ¿Quién se queda fuera? Vayan jugando al juego de las sillas.

A quien peor le va el pacto Zapatero-Mas es a Montilla, aspirante a president de la Generalitat. ¿Por qué razón va a renunciar él al sillón presidencial por un pacto nacional? Además, los socialistas albergan la esperanza de que el efecto Madrid (gobierno en Sant Jaume y Moncloa al mismo tiempo) les permita mejorar sus resultados. Nunca han estado en una situación así. ¿Por qué no iba a funcionar? ¿Por qué si el PSC sube suficientemente se iba a regalar la presidencia a Mas?

Maragall tampoco sale bien parado. Sabe que en el mismo momento en que Mas sea nombrado vicepresidente su cargo quedará vaciado de contenido. Al president cualquier cambio de pareja le va mal, así que trata de aguantar, al tiempo que pide ayuda a Madrid para que el actual edificio no se desmorone. Y ERC, especialista en nadar y guardar la ropa, se puede permitir abstenerse y hacerse la foto al mismo tiempo. Por lo mismo, podría incluso permitirse abstenerse en el referendum y permanecer en el Gobierno. Equilibrio inestable mientras las inversiones cada día confían menos en un gobierno tan débil. Política. Y políticos. Los de los principios.