El presidente de la Generalitat, Pasquall Maragall, ha tenido una de esas intervenciones que recuerdan al chiste del paciente aquejado de un dolor de muelas. Acude al dentista asustado. El dentista comienza a preparar los aparatos de tortura y el paciente comienza a sudar de pánico. El galeno arranca la máquina perforadora. "Rrrraaannnn". El paciente comienza a sudar de manera exagerada, agarra al médico por sus partes más nobles y le sugiere al oído : "¿Verdad, doctor, que no nos vamos a hacer daño?". 

Maragall repite el chiste: "Pinchemos el suflé catalán y echémosle un poco de vaselina porque si no, nos vamos a hacer daño". O sea, siete llaves a la corrupción catalanista, ahora me toca a mi y esperemos que la lluvia escampe. Pero no, no escampa. Y menos con propuestas de vaselina. Porque CiU no puede aceptar semejante imputación. Y porque el fiscal ha comenzado a realizar su trabajo. 

Por cierto, el primer secretario del PSC, Josep Montilla, sugiere que la investigación de la Fiscalía quedara en nada, porque ni el PSC ni Maragall tienen pruebas de nada. Dos preguntas: ¿Existe el 3% pero no hay pruebas? ¿Archivará el fiscal por orden de sus superiores? Ya saben, la archiconocida independencia de la Fiscalía...

En cualquier caso, para el miércoles 2 y jueves 3 estaba prevista una reunión del grupo de diputados del Parlamento catalán que redactará una propuesta de reforma del Estatuto. Y todo esto ocurre mientras el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, exigía a Maragall que probara sus acusaciones contra CiU o que dimitiera.

Por si fuera poco, en declaraciones a la Cadena Cope, el empresario catalán José Antonio Salguero asegura que pagó no ya el 3% sino el 20% de comisión a organismos públicos de la Generalitat catalana bajo el Gobierno de Jordi Pujol.

Quizás no había escuchado estas declaraciones, pero Maragall, de viaje por Sudamérica, ha vuelto a insistir en que a lo mejor se propasó en sus acusaciones contra CiU.

Sea como fuere, esto no hay quien lo pare. La corrupción en los contratos públicos en Cataluña se ha convertido en la estrella política no sólo en esta comunidad autónoma sino en el conjunto de España. Todas las grandes constructoras reconocen en privado que existe corrupción, generalmente para financiar a instituciones (sobre todo, ayuntamientos) y a partidos políticos, rara vez a particulares. Lo único que ocurre es que Maragall no calculó la onda expansiva que generaba con sus palabras. El presidente autonómico sólo pensaba en las pequeñas constructoras satélites de la Generalitat y en FCC, empresa que participa en el túnel de El Carmel y que, además, es la principal beneficiaria de las contratas y servicios de instituciones catalanas. Pero ojo, tanto de ayuntamientos nacionalistas como socialistas. Maragall ha jugado a aprendiz de brujo y ahora no puede parar lo que inicia.