Sr. Director:
En estos días acuden a mi cabeza los días que viví, del 11 al 15 de junio de 1997, alojada en la residencia Santa Marta, en El Vaticano.

Este lugar, en el que residieron los cardenales convocados para la elección del sucesor de Juan Pablo II, fue utilizado durante años para dar cobijo a muchas personas que participamos en jornadas, encuentros y congresos celebrados en El Vaticano.

El congreso sobre La familia ante las alteraciones cerebrales de sus hijos tuvo lugar en el Aula Vecchia del Sínodo y participamos diversos profesionales de Europa, Estados Unidos y América Latina.

Tras la presentación personal de cada participante, inició el congreso el cardenal López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, considerando cómo la ciencia ofrece cada vez más medios para una esperanza de vida y cómo en cada ser humano resplandece el amor de Dios aunque nos encontremos ante el don de una vida limitada en distintos aspectos. Pero la dignidad de un ser humano no es mensurable y cualquier ideología que pretenda desterrar a estos seres limitados es regresiva. Fueron tratados muy diferentes temas a lo largo de aquellos días y citadas, entre otras, palabras de Juan Pablo II como las siguientes, de candente actualidad:

 El respeto de la dignidad del ser humano excluye todo tipo de manipulación experimental o explotación del embrión humano.

En el diario SUR publiqué, al volver de Roma, varios artículos sobre este congreso. Fueron unas jornadas inolvidables, todos estábamos asombrados de lo que estábamos viviendo y la culminación fue la presentación personal a Juan Pablo II. Cuando tuve ocasión, le dije unas palabras y él me cogió la mano derecha con sus dos manos en un gesto cálido que me transmitió fuerza y cariño.

Me hubiera parecido un sueño lo que viví aquellos días, nunca hubiese esperado tanto, si no fuese por las fotografías que lo atestiguan.

Carlota Sedeño Martínez

sedemar60@gmail.com