El Gobierno de Filipinas admite errores en su asalto al autobús secuestrado en pleno centro de la capital, Manila, autobús donde murieron a tiros nueve turistas chinos mientras el Gobierno español se vanagloria de haber liberado a los secuestrados Ángel Villalta y Roque Pascual

Tampoco hay que extrañarse. ¿Acaso han escuchado ustedes alguna vez, que el señor Zapatero tema haberse equivocado y cambie de actitud?

Vamos por partes. En efecto, el error del Gobierno de Noynoy Aquino III no consistió en emplear la fuerza para liberar a los rehenes, sino en el mal empleo que se hizo de esa fuerza.

Entrar en el autobús fue un gran acierto. Ahora cualquier terrorista o psicópata sabe que si secuestra un autobús turístico en Filipinas el Gobierno no le va a conceder nada y va a liberar a los rehenes por la fuerza. Contra la industria del secuestro con rehenes que cunde en el mundo, un negocio muy lucrativo tanto desde el punto de vista pecuniario como ideológico, no cabe otro remedio que actuar, no negociar con el secuestrador y legitimar Gobiernos corruptos y grupos homicidas.

¿Qué es lo que ha hecho el Gobierno español? Tras las felicitaciones del lunes 2 por la liberación de los dos cooperantes mis felicitaciones para ellos- nos enteramos el martes de que Villalta y Pascual viajaron en el mismo coche que su primer secuestrador, por el que fueron canjeados. ¿Cabe mayor Síndrome de Estocolmo, no de los secuestrados no se les puede exigir nada tras la tortura a la que han sido sometidos-, sino del Gobierno español, que encima alardea de su éxito?

Y lo peor, insisto, es que hemos certificado, desde una democracia occidental, la corrupción de al menos dos países africanos Mauritania y Somalia- que han liberado a un terrorista condenado y recibido dinero por su humanitaria gestión.

Está claro que el Gobierno filipino tomó el camino correcto aunque tendrá que mejorar su métodos. La policía filipina deberá revisar sus errores pero el culpable de las muertes no es la policía, sino el secuestrador. España erró y ahora será culpable de los futuros secuestros que se produzcan.

Y la prensa ayuda poco, pues su cobardía no es menor que la de Zapatero. Aplauden los medios al presidente del Gobierno español y critican al filipino. Así se generaliza el síndrome de Estocolmo, en todo el mundo, frente al terror. ¡Jodó, la que nos espera!

Esta estrategia de cesión ante el terror lleva a un mundo mucho más violento. Mientras se liberaba a los cooperantes españoles, en Somalia otros fundamentalistas islámicos atacaban un hotel en la capital, Mogadiscio, como comienzo de su guerra masiva. El balance es 33 asesinados, 6 de ellos parlamentarios. En buena parte, el fundamentalismo islámico se financia con sus delitos y con los secuestros de pesqueros en el Índico. En otras palabras, se financian con el dinero que le han proporcionado países como España.

¿No quiere la comunidad internacional una guerra justa? Pues ahí la tienen: deberían entrar en el avispero somalí para impedir que el fuerte siga asesinando al débil. Sí, ya sé que en su día la intervención norteamericana salió mal, pero es que se trataba de una intervención grosera, televisada, que no pretendía rescatar al martirizado secuestrado, pueblo somalí-, sino visibilizar el poderío del ejército norteamericano. Y es que la libertad no se regala, se conquista, en principio por la palabra, los hechos y la generosidad  con los necesitados pero, cuando eso no es posible, hay que emplear la fuerza para reducir el  sufrimiento. Y también porque la política internacional no puede consistir en esperar el próximo golpe contra la libertad y la vida, sino en neutralizar a quienes conculcan ambos valores y en expandirlos por el mundo privado de ellas.

La paz y el pacifismo tienen poco que ver. Juan Pablo II se convirtió en el primer crítico de George Bush en la Guerra de Irak, que era injusta. Pero era el mismo Papa, pacífico, no pacifista, que animaba a la comunidad internacional a intervenir lo hizo, aunque tarde- para evitarlas matanzas en Bosnia. Intervenir militarmente, claro, dado que no hay otra forma de hacerlo. Y no se le podrá acusar de parcial, dado que en Bosnia eran los cristianos ortodoxos serbios los que más asesinaban y los musulmanes sus primeras víctimas, aunque también había cristianos). En Irak eran los cristianos norteamericanos los que atacaban y los sunitas y chiítas, perseguidores de cristianos, los que sufrían los ataques.
Porque al Papa le importaban las paz, no los pacifistas y porque a la Iglesia le importan las víctimas, sean cristianas, agnósticas o musulmanas.
En cualquier caso, la cobardía de ZP colabora a que los españoles -militares y civiles- se conviertan en el blanco favorito  de terroristas en medio mundo. El asesinato de un intérprete y dos oficiales de la Guardia Civil en Afganistán son otra prueba de ello. En Afganistán, además, ya se han dado declaraciones de talibanes aludiendo a la cobardía de nuestras tropas. No porque lo sean -las tropas españolas siempre han constituido un ejemplo a seguir en las misiones internacionales-, sino porque tienen limitada su capacidad de acción más que las unidades de otros ejércitos. Por ejemplo, no pueden hacer uso de las armas salvo cuando ya han sido atacados. O sea, que además de ser asesinados tienen que soportar las burlas del enemigo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com