No sé si a lo largo de los últimos días han oído hablar ustedes de un tal Nelson Mandela (en la imagen junto a Ban Ki-Moon). En serio, nada tengo contra un hombre que sufrió pena de cárcel durante lustros y que si bien fue un comunista que participó con grupos guerrilleros, pasó por un camino de conversión hacia el cristianismo (no existe otra conversión). Al final, Mandela perdonó. No olvidó, porque el olvido no es propio de los seres grandes sino consecuencia de la amnesia. Mandela supo perdonar y pactar la salida del 'appatheid' sin un baño de sangre.

Es cierto que se vio arrastrado por el Nuevo Orden Cultural (NOC) y participó durante los últimos años de su vida en organismos del Nuevo Orden Mundial (insisto en que, a partir de ahora, hablaré de NOC, no de NOM) pero supongo que ni él mismo sabía dónde se metía. Hasta ahí yo también aplaudo a Madiba.

Es cierto que no acabó en Roma, etapa final del viaje de la conversión sino -como explicó acertadamente Guy Sorman- en un cristianismo sincretista… que es el que resaltan el inefable Ban Ki-Moon y muchos de los turiferarios del líder surafricano. O el propio Barack Obama, otro de los ateos del Nuevo Orden Cultural. Y esto sí me preocupa.

Mandela es utilizado por el NOC, una vez muerto, como el protomártir de este eclecticismo, que muy por delante de fascismos y leninismos, se ha convertido en el principal enemigo doctrinal de la actual Iglesia de Cristo. Un enemigo que, además, lleva en sus fauces la marca del Anticristo, el que no quiere destruir la Iglesia de Cristo sino conquistarla.

Resume esta utilización del cadáver de Mandela en una frase extraída de la televisión pública española: "Negros y blancos, creyentes y no creyentes", rezaban juntos en los templos de Sudáfrica, en la jornada para "la oración y la reflexión". Ahora bien, ¿a quién rezaban los no creyentes

No busquen hoy el sincretismo en la izquierda progre, en el PSOE, al que todavía queda mucha cristofobia que escupir. Búsquenlo en la derecha progre, en el PP. Ahí encontraran ese eclecticismo que convierte la caridad cristiana en fraternidad, la oración en reflexión mística, la liturgia en yoga y a Cristo convertido en Gaia, la Madre Tierra, que diviniza la naturaleza. Un nuevo paganismo y el sincretismo que inventaron los romanos para mantener en pié el Imperio.

Pero hay más: el incienso lanzado sobre Mandela se muestra que un ídolo y un esclavo son la misma cosa. Que el espíritu de Madiba no sea esclavizado por el botafumeiro creado alrededor de su figura. Porque nada hay más corrosivo que el elogio y nadie más canalla que aquellos -próximos o lejanos- que capitalizan a un muerto en su beneficio.

Por lo demás, todo en orden.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com