Los profesores dedican el 16% del tiempo de sus clases a mandar callar. En ocasiones, los alumnos prefieren dedicar ese tiempo a burlarse del profesor y colgarlo en Youtube. Pero las gracietas tienen un precio que pagamos todos

Sr. Director:
En su momento, la frase recorrió medio mundo. El Rey D. Juan Carlos dijo basta y le espetó el famoso ¿Por qué no te callas? al presidente venezolano Hugo Chávez ante su incontinencia verbal. Sin embargo, a la vista de un reciente informe de la OCDE, resulta que el copyright de la expresión no pertenece a nuestro monarca, sino a nuestro profesorado que, al parecer, dedica el 16% del tiempo de clase en mandar callar a los alumnos y poner un poco de orden en las alborotadas aulas. El informe se basa en las respuestas de 4.000 profesores de secundaria y directores de 200 centros.

¿Saben lo que supone el 16% de clase?. Si el horario semanal de la ESO es de 30 horas como regla general, equivale a 4,8 horas semanales. Vamos, la misma carga lectiva que Lengua Castellana y más que matemáticas y, por supuesto, cualesquiera otras como Ciencias Sociales, Latín, etc. Con una asignatura así, a estas alturas los alumnos deberían saber callarse con que el profesor moviera una ceja. Nada más lejos de la realidad. Y si al tiempo empleado en mandar callar, se sumara el tiempo previo que el alumnado dedica a provocar la reacción del profesor, lo cierto es que se consumen demasiadas energías. Así nos va.

¿Tienen una idea aproximada de lo que nos cuesta a los contribuyentes la falta de orden en las aulas?. Si el sueldo de un licenciado, funcionario docente en la ESO, con 9 años de antigüedad, incluida la seguridad social (31%), con 18 horas lectivas semanales, es de 42.033,44 euros, resulta que una hora de clase semanal en cómputo anual nos cuesta 2.335,19 euros. Multiplicada esta cantidad por las 4,8 horas semanales, se obtiene la cifra de 11.208,91 euros que cuesta mandar callar en un aula de la ESO al año. Si se multiplica esta cantidad por el número de unidades de ESO  que existen en España (74.809) sabremos que el no silencio nos cuesta 838 millones de euros, entendido el coste como fondo público que no se utiliza con eficiencia. Es cierto que entre alumnos de 12 a 16 años, con las hormonas a punto de nieve, puede resultar inevitable que haya cierto ruido de fondo a corregir, pero ¿tanto?. A este coste habría que sumar, además, el de las bajas del profesorado provocadas por la indisciplina (depresiones, estrés, ansiedad, etc) y las consiguientes sustituciones.

Para que los alumnos aprendan es imprescindible el orden en las aulas o,  dicho en lenguaje LOGSE,  un clima de convivencia adecuado para poder llevar a cabo, con criterios de calidad, el proceso de aprendizaje del alumno. El orden también tiene el valor educativo de aprender reglas de conducta y convivencia, potencia la voluntad y la resistencia a la frustración y en definitiva contribuye a forjar una persona adulta. Pero para aquellos que siguen pensando que esto del orden y las reglas son una antigualla rancia, vestigio de un autoritarismo que cercena la personalidad de los alumnos, sin valor pedagógico alguno, por favor, que acudan al criterio económico, y respondan si nos podemos permitir malgastar 838 millones de euros porque a los niños no les da la gana guardar silencio mientras un profesor explica la lección. Es más, le graban con un móvil y lo cuelgan en youtube. ¿Por qué no te callas, nene?. Porque la verdad es que tu alboroto e indisciplina nos cuesta un riñón.

En tiempos de crisis, y con las deficiencias que arrastra nuestra educación, las administraciones deben sacar el máximo rendimiento a los fondos públicos que los ciudadanos ponemos a su disposición con nuestros impuestos. Y en este caso, esta obligación pasa por revisar los planteamientos normativos en materia de convivencia en las aulas. Si no es por convicción pedagógica, al menos, por eficiencia económica.

José Antonio Poveda González

josepoveda@ferececa.es