Se ha abierto el melón decía recientemente el presidente balear, Jaime Matas. Algo así como marica el último (con perdón de los políticamente correctos). Y en esta batalla se encuentra también Madrid, que se pregunta si es necesario realizar reformas territoriales para acceder a las inversiones en infraestructura que se necesitan.

Y ya puestos, Madrid comienza a asumir todas las reivindicaciones soberanistas de los nacionalistas catalanes. Que los nacionalistas piden la gestión del tren de Cernazas, nosotros también. Que los catalanes quieren la gestión de El Prat, nosotros de Barajas. Parecen desconocer que las infraestructuras son el elemento básico de cohesión social y que precisamente por eso, son difícilmente territorializables. Solbes y Magdalena Alvarez han defendido en varias ocasiones que las infraestructuras benefician y cohesionan al país. El AVE Madrid-Barcelona no es de Madrid, ni de Cataluña ni de Aragón. Y por lo mismo, Barajas no es de Madrid, sino de toda España porque actúa como interconexión de todos los españoles.

Pero Espe no lo entiende. Debe de pensar que las reclamaciones soberanistas de venden bien de cara a las elecciones autonómicas, especialmente si a quien se le arrancan las competencias es el adversario político. Pero resulta infantil, irresponsable e incoherente con el discurso de defensa de la unidad nacional.