Me lo dice un periodista argentino recién aterrizado en Madrid: "Nosotros inventamos el corralito, pero ustedes nos están superando: ya no sabe uno hacia dónde correr".

La verdad es que el caso Bernard Madoff resulta muy poco original: aprovechar la codicia humana de los titulares y el ansia de triunfo de los intermediarios para estafar. El caso Madoff se parece a Gescartera o a Afinsa-Forum como una gota de agua a otra. Con el dinero de los nuevos clientes pagó la fuerte rentabilidad prometida a los antiguos y yo cobro comisiones hasta que se estalle la burbuja.

Estoy seguro que el buen Bernard estaba convencido de que él, el tipo más listo de Nueva York podría aprovechar la subida del mercado para mantener la rueda girando eternamente.

Pero si llamativas son las entradas de dinero aún lo son más las salidas, aunque pasan más inadvertidas. Veamos: ¿en qué invertía Madoff el dinero de sus nuevos clientes? Pues en estructurados, claro está, en las famosas paquetizaciones y titulizaciones. Es decir, en lo mismito en que el Gobierno español, y no digamos el norteamericano, está invirtiendo el dinero de todos nosotros. Sí, no es broma: muchas de las emisiones que está comprando Zapatero con cargo al dinero público son titulizaciones, como las de Madoff, productos financieros que nada tienen que ver con la economía real, a la que nunca ayudan pero a la que, llegado el momento -por ejemplo, en este preciso momento-, pueden asfixiar con enorme entusiasmo. Es la especulación que ha causado la actual crisis pero contra la que nadie hace absolutamente nada.