El martes 4, el catedrático emérito de Historia Medieval, Luis Suárez, acudió a la Escuela Diplomática para dar una conferencia sobre su especialidad: Isabel la Católica. Suárez ha sido el gran impulsor del proceso de beatificación y el historiador que mejor conoce a la reina castellana. Ha dedicado muchos años al estudio de su figura y asegura que tras su beatificación, habrá cumplido con su misión en esta vida.

 

La conferencia cursó por los cauces habituales: rigor científico, pasión por la figura, voz calmada y mucha sabiduría. Al terminar y en tono más informal, Suárez se dirigió a los diplomáticos asistentes a su conferencia para lanzarles una teórica sobre el pacifismo políticamente correcto: "No sean ustedes tan contrarios a la guerra, porque la diplomacia y la guerra suelen ir muy unidos".

 

Una advertencia probablemente necesaria en un entorno donde el pacifismo se ha convertido en la nueva religión. Se defiende la paz, aunque sea la de los cementerios. En el fondo se evita el conflicto por la falta de convicciones profundas por las que merezca la pena dar la vida. Obviamente, la diplomacia debe tratar de evitar llegar al conflicto armado. Toda guerra es un fracaso de la humanidad. Pero no guerrear significa, en ocasiones, un fracaso todavía mayor. Y está muy bien que alguien con la autoridad moral de Luis Suárez se lo recuerde a nuestros diplomáticos.