Desde estas pantallas pretendo solidarizarme con don Esteban Beltrán, presidente de Amnistía Internacional. Su último informe -sosiéguense, suelen tener periodicidad anual-, nos ha provocado deleite a la par que amargura.

Don Esteban se congratula de la formidable extensión y globalización del derecho internacional -o sea, los 10 mandamientos en versión progre- y los infoyupis de Canal , fiados de la nueva jurisdicción, nos informan de que los tribunales del mundo mundial han juzgado a unos cuantos dictadores y amenazado a muchos más. Desgraciadamente, sólo uno, el sudanés, es tirano en ejercicio, porque los luchadores por la paz y la libertad siempre flaquean en el mismo punto: les encanta pisarle el rabo al león después de muerto.

En cualquier caso, la justicia global, si ustedes me entienden, el derecho global es, ante todo, un derecho muy grande, muy global.

Ahora bien, no todo el monte es orégano y por ello, dioses de la hiel y el acíbar, don Esteban habla de grietas en el tal derecho de las naciones. Si sabrá él de grietas. Mismamente, Amnistía Internacional, en breve amnistía global, nos informa de que se perciben actitudes, seguramente de grupos fascistas, de introducir palos en la rueda del internacional derecho. Don Esteban no ha citado al juez Garzón, pero global, pero le ha faltado una miajita.  

Y es cierto que en el derecho internacional hay grietas. Especialmente una grieta enorme: el derecho a la vida. Por ejemplo, el señor Beltrán se preocupó de abrir un proceso para saber si el tal derecho era un derecho o penoso deber. Al final, concluyeron que no existía el derecho a la vida, sino el derecho al aborto, y, desde entonces, la muy global Amnistía Internacional se dedica a esparcir por el mundo la buena semilla, que no buena nueva, del verdadero mesías: el derecho a matar, que no deje de tener una apariencia mucho más grave que los del derecho a vivir, a fin de cuentas, una obviedad.

Tuvieron que renunciar al aborto porque es el derecho humano más violado para poder defender el derecho geográficamente global aunque temático: es decir, especializado, sin derecho a la vida, por no ir más lejos aunque considero que no costaría mucho.

A continuación, sale a escena nuestro segundo Esteban, nuestro segundo filántropo, Esteban Ibarra, del Movimiento contra la Intolerancia. El verbo tolerar nunca me ha gustado mucho. Parece un poco ofensivo eso de que te toleren. Que te respeten no está mal, dado que el respeto implica una consideración de que no eres totalmente idiota. Si ustedes me entienden y que a lo mejor algo de lo que aportas tiene algún sentido, empezando por el sentido de tu propia existencia. Pero tolerar, lo que se dice tolerar, se puede tolerar hasta a una sabandija.

Además, don Esteban Ibarra tenía una expresión tan ansiosa que me hacía sospechar cualquier cosa. El diario La Vanguardia, de fecha 5 de septiembre de 1978, nos da pistas sobre el amigo Esteba, pistas que me recuerdan a aquella sindicalista que en su día estuvo liada con los FRAP hasta que, según propia confesión, me pregunté qué tenía que ver la necesaria revolución proletaria con romperle las lunas al pescatero. Y esto, por muy burgués que fuera el pescatero. Para saber más, sobre el Movimiento contra la Intolerancia, pinche en este enlace.

Es más, don Esteban Ibarra siempre me ha recordado, incluso físicamente, a un  tercer filántropo, el defensor del cliente bancario, don Luis Pineda Salido, el hombre de Ausbanc, en su día condenado por algunas actitudes un tanto violentas. Pecados de juventud, condonados por la ley de Amnistía y la minoría de edad del sujeto, claro está, quien luego, además, se ha redimido defendiendo a los explotados por la banca, las aseguradoras, las sociedades financieras y otras malas hierbas. 

Don Luis ha llegado a la filantropía desde la extrema derecha pero eso sólo nos confirma que la filantropía es una ciencia de amplias miras, que lo mismo acoge a revolucionarios y facciosos con idéntica tolerancia.

Los dos Estaban y don Luis Pineda Salido salen -como su mismo apellido indica- mucho en la tele, quizás porque los medios progres no toleran a la Iglesia pero adoran a los filántropos. ¡Dios nos libre de los filántropos!, clamaba el clásico, a lo que habría que añadir el enigma de los enigmas: ¿Quién financia al filántropo en sus buenas obras?

Y los tres filántropos también coinciden en algo más. Coinciden en sus tendencias planear debates que es la forma progresista de imponer opiniones. Por ejemplo, don Esteban I, el de Amnistía, introdujo en AI el aborto como derecho natural tras abrir un debate en la organización que, tras un cruce argumental de mucha enjundia, acabó concluyendo que el aborto era un derecho, no sólo fundamental, sino incluso global. 

Don Esteban II es otro aficionado a abrir debates, y los coordina con tal precisión que siempre acaba concluyendo lo mismo: los curas tienen la culpa porque tratan de imponer su moral. Y esto, hablemos de homosexualidad o de inmigración, de educación, de salarios dignos. El Gobierno no tiene tanta culpa, más que nada porque es el que paga.

Por su parte, don Luis Pineda Salido, más economista y aún mejor ecónomo, es mucho más pluralista. Según él, un día la culpa la tiene el banquero y otra el cliente bancario. Todo depende de la política publicitaria y de reputación social corporativa, de la entidad involucrada en el asunto, fácilmente identificables por la cantidad de galardones que le concede Ausbanc y los medios editados por don Luis Pineda Salido.

Y son debates profundos, sí señor, en los que don Luis expone la tesis, Pineda replica la antítesis y Salido conforma la síntesis.

Amnistía Internacional, Movimiento contra la intolerancia y Ausbanc: tres puntales de la democracia.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com