Son los hombres más poderosos o del mundo y muy, muy inteligentes, sagaces más vanguardistas. Se lo voy a explicar: Obama llegó a Toronto con la visión de que lo que necesita la economía mundial es crecer, salir de la recesión, por lo que no deben suprimirse los incentivos públicos a la reactivación económica.

En estas, llega la antítesis, de manos de la cancillera germana, Ángela Merkel, y se adelanta al gringo: la prioridad es el déficit público, y anuncia un acuerdo que todavía nadie ha conseguido concretar con claridad pero que se permite titular: El G-20 fija con nueva prioridad la reducción del déficit público.

Pero se necesitaba una primera figura para fijar la síntesis. Una mente brillante, un estadista mundial, global, macizo: José Luis Rodríguez Zapatero naturalmente, el único capaz de conciliar los dos extremos. Ojo al dato: Tenemos que fomentar el crecimiento sin gasto público.

¿Que cómo se guisa eso? No tengo la menor idea: pregunten en Moncloa.

Pero la sabiduría emanada desde Toronto no termina ahí. Respecto a la otra conclusión del G-20, la creación de un impuesto para la banca, los brillantes estadistas también volaron muy alto. Unos decían que sí, otros que no... por lo que tomaron la democrática decisión de que cada cual decidiera lo que le viniera en gana.

Tan ocupados estaban sus mentes que nadie distinguió entre la conveniencia de gravar la especulación bancaria en los mercados financieros, causa de la actual crisis y dejar en paz a la banca doméstica, que colabora, y mucho, al bien común.

La reunión del G-20 no ha servido para nada. Al parecer, el internacionalismo es un ideal que no consigue grandes avances. Más esperanzas tengo en la reforma financiera de Paul Volcker, circunscrita a un sólo país. No propone un impuesto contra la especulación pero, al menos, apunta en la idea de regularizar los derivados, uno de los productos más especulativos. Como asegura el director de Negocio, Manuel López Torrents, la intención ya emociona.  

Créame: tenemos unos líderes que no nos los merecemos.  

Eulogio López

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