En 2007 el presidente de La Caixa, Ricardo Fornesa, cobrará 2 millones de euros (350.000 en 2006), la mitad que el director general. Los principales presidentes de empresa españoles empiezan a rondar los 4 millones de euros, mientas el Gobierno no sabe qué hacer para frenar tan elevados emolumentos. En Estados Unidos, Wall Street Journal pide un debate social para reducir las retribuciones de los altos directivos

Si hemos de hacer caso al Wall Street Journal, un periódico poco dado a la justicia social, los sueldos de la alta dirección en Estados Unidos son escandalosos. En su edición del pasado miércoles, WSJ dedica dos páginas al análisis de las retribuciones de los poderosos, y concluye que no le gusta lo que está ocurriendo. Tras una década donde lo que primaba era no fijarse en las cifras y repara en el "valor añadido" que los directivos aportaban a la compañía, ahora parece imponerse la teoría hegeliana de que las diferencias de grado acaban por ser diferencias de naturaleza. Dicho de otro modo, por mucho valor que un presidente o un consejero delegado aporte a la compañía, 10 millones de euros no se justifican tan fácilmente. O dicho de otra forma: mucho tiene que aportar.

El WSJ critica todos los sistemas de medición, especialmente de la retribución variable o retribución por objetivos: el porcentaje sobre beneficios pero también la capitalización de la empresa, al reconocer que un ejecutivo puede modificar la cotización e incluso la facturación y el beneficio. No hay sistema bueno, viene a concluir el WSJ que, además, considera que no sólo hay que reparar en factores cualitativos, sino meramente cualitativos.

Y habla de sectores –especial dedicación a la banca de inversión, con los salarios más desproporcionados- así como de los trucos que las grandes multinacionales han creado para remunerar as sus directivos (esto es, para que los directivos se remuneren a sí mismos sin que se note). Y es que en Estados Unidos está extendida la práctica de que los accionistas no sólo deben saber –como en Europa-cuánto cobran sus ejecutivos, sino que también deben aprobar sus condiciones salariales. Pero ni eso ha bastado: según WSJ es preciso abrir un debate social (los norteamericanos se toman muy en serio esto de los debates sociales) para reducir las remuneraciones.

En paralelo, en España el PSOE ha presentado un informe que llega a similares conclusiones. Ramón Jáuregui e Inmaculada Rodríguez Piñero, aducen que hace 15 años un presiden te cobraba 12 veces el salario medio, pero ahora ha alcanzado las 500 veces. Sin embargo, y a pesar que desde Moncloa se anima este debate, la Vicepresidencia Económica de Pedro Solbes no parece preocuparse demasiado por el mismo y la CNMV estudia el caso, pero no aparece que sea una de sus prioridades. La pauta, una vez más, vendrá del otro lado del océano. Para el WSJ, la transparencia no basta.

El informe de Piñero ha estado sesgado por el escándalo provocado al conocerse el salario del presidente del BBVA, Francisco González (FG): 9,8 millones de euros más un fondo de pensiones acumulado (que ya puede ser mayor) de 53 millones de euros. El banco ha puesto en marcha toda una campaña que trata de contrarrestar esta situación. De repente, hemos visto a FG creando una fundación de micro créditos, rodeándose de artistas o haciendo el saque de honor en el Camp Nou tras patrocinar la de fútbol.

Y es que, además, Hispanidad ha podido saber que este año el consejero delegado del Santander Central Hispano no le superará. Se quedará en los 8,5 millones de euros, tras los 7 millones de 2005. Dejando a un lado estos casos tan singulares, podemos decir que los presidentes españoles arañan los 4 millones de euros anuales. Parece que, en efecto, es necesario un mínimo de austeridad.

La Caixa ha reconocido que su presidente, Ricardo Fornesa, cobró 350.000 euros en 2006. Ahora bien, con el cambio legal, que entró en vigor en 2007, Fornesa está cobrando ahora 2 millones de euros, la mitad que el director general, Isidro Fainé (portavoces oficiales de La Caixa ni confirma ni desmienten esta información).