La cosa empezó con los alemanes, siempre tan eficientes. ¿Que los millonarios germanos escondían su dinero en el paraíso fiscal de Liechtenstein? Nada más sencillo: los servicios secretos germanos sobornaron a un empleado del principal banco del Principado, se llevaron el CD con la información de los defraudadores y les apretaron las tuercas.

Ahora han sido los franceses quienes, al parecer, han sobornado o pagado -entre caballeros los robos se llaman transacciones y los sobornos acuerdos- a los suizos para obtener una información, y resulta -cosas del mundo digital- que en ella iban incluidos unos cuantos cientos de españoles con su dinero en Suiza. Como Sarkozy es un amigo -¡y qué amigo!- nos ha prestado un poquillo de información.

A partir de ahí, uno esperaría que el Fisco español hiciera exactamente lo que hace con el autónomo, el pequeño empresario, el pequeño asalariado, el pequeño particular, es decir, con el pequeño: hacer una paralela y exigirle los intereses de demora.

Pero no, lo que ha hecho la Hacienda de ZP es avisar a los 3.000 titulares de cuentas negras, o grises, en Suiza y advertirles que deben regularizar su situación. Al rico se le avisa, al pobre se le castiga. Porque un caballero roba, pero no miente. Y si miente, es porque conviene abrir un debate sobre los conceptos de verdad y mentira, siempre en permanente evolución.

El agravio comparativo con el que Hacienda trata a ricos frente a los pobres lo explicaba un inspector: Es que es más fácil investigar a los particulares o a los autónomos -el más fácil de investigar es el asalariado, el que cobra por nómina- y, a fin de cuentas, se obtiene más exprimiendo a muchos pobres que a pocos ricos.

¿Es esto justo? ¡Señores, por favor, aquí no hablamos de justicia, sino de economía, ciencia exacta y objetiva! La justicia es una categoría moral, es decir, una ciencia de lo más inexacta.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com