Sr. Director:
Las organizaciones solidarias y de voluntariado son un activo fundamental de nuestra sociedad, y en ellas participan activamente miles de personas, la mayoría de forma altruista.

España tiene una larga tradición de ayuda a los países pobres, como lo atestigua la presencia permanente en ellos de veinte mil misioneros, educadores y personal sanitario. Proteger y fortalecer este impulso solidario, que no cesa de crecer día tras día, es tarea de todos, pero también de las administraciones públicas. En este punto, convendría apelar a la responsabilidad y al rigor para que no se dé gato por liebre y no se utilice la generosidad ajena para el beneficio personal, o, peor aún, para enjuagues ideológicos destinados a comprar voluntades políticas. Carecen totalmente de sentido y son una estafa a la sociedad esas ONG cuya principal fuente de financiación son los organismos públicos; con apoyo social muy limitado y sin peso específico, apenas son una cáscara vacía que se nutre de subvenciones amigas destinadas a mantener su burocracia acomodada, y cuyas actividades en el exterior se parecen más a los viajes turísticos que al duro trabajo solidario. En suma, sin caer en alarmismos, el vasto movimiento solidario deberá revisar su forma de trabajo para evitar riesgos sin frenar su actividad. Sobre ello que pregunten a las entidades religiosas, especialmente a las católicas, que durante años han dedicado esfuerzos personales y dineros procedentes de limosnas y donativos.
Suso do Madrid