Créanme, me había prometido a mí mismo no escribir una línea sobre los Oscar y los once galardones que se ha llevado "El Retorno del Rey", última parte de "El Señor de los Anillos". Pero, tras empaparme de mis dos periódicos favoritos, El País de Jesús Polanco, y El Mundo de Pedro José Ramírez, pues qué quieren que les diga: uno no es de piedra.

Porque resulta que a El País y a El Mundo no les ha gustado la trilogía del cineasta neozelandés Peter Jackson, un verdadero devoto de Tolkien.

Esto es lo que el chiste del Txomin, que volvía de misa y le preguntan por lo que ha dicho el cura en el sermón:

-Pues ha hablado del pecado.

-¿Y que ha dicho sobre el pecado, Txomin?

-Pues, me parece que no era muy partidario.

Al parecer, la progresía española de izquierdas, El País, y la progresía española de derechas, El Mundo, no son muy partidarios de la cinta "El Retorno del Rey" y, mucho menos, de su consagración con 11 Oscar. Esto no hubiese ocurrido en el Festival de Venecia, ni en el de Berlín, ni en el de San Sebastián, pero los americanos son gente sencilla, son como niños malcriados que van al cine a divertirse. Y claro, eso no puede ser.

Porque verán, lo que les disgusta a El Mundo y a El País no son las tres cintas del gordinflón Peter. De hecho, Jackson ha realizado una gran adaptación, aunque no totalmente fiel al original; digamos que su lealtad al texto ha alcanzado el 90%. Por ejemplo, la princesa élfica Arwen suspirando por su amor, tumbada en un diván, como si estuviera tomando el sol en Benidorn, o los morreos entre Aragorn y la susodicha, es propiedad exclusiva de Jackson, no de Tolkien. Pero no: lo que les fastidia a los progres no es el cineasta Jackson, sino el escritor Tolkien. Y empezando por el final: lo que no pueden soportar es que la cumbre literaria del siglo XX, y probablemente la que más entusiasmo ha suscitado en toda la historia de la literatura, haya sido escrita por un católico de misa diaria como J. R. R. Tolkien. Eso es una provocación. Simplemente no pueden soportarlo, porque arruina todo el ídolo de metaclilato que con tanto esfuerzo ha erigido la progresía y que se ha convertido en arquetipo de la sociedad actual: si eres cristiano, no puedes ser artista, ni científico, ni intelectual. El mundo de la fe es un submundo inferior al de la inteligencia, al de la clase dirigente (sí, el igualitarismo del progre siempre acaba en aristocracia: en "su" aristocracia). Y así, los Oscar de Jackson les preocupan a los dos grandes diarios españoles en cuanto acrisolan la popularidad de Tolkien, modelo de artistas y de pensadores, porque no sólo trata los asuntos más profundos, sino que le entiende todo el mundo y le gusta a todo el mundo. Tolkien ha borrado, con un golpe de la espada del Rey y con la velocidad de una flecha élfica, la obra del relativismo moderno: el progre esteta.

Como decía, a El País no le ha gustado "El Señor de los Anillos". Su crítica es la más graciosa, porque a los cuarentones nos hace rejuvenecer. Nos retrotrae a nuestros tiempos juveniles, cuando los viejos marxistas (por decir algo) consideraban que toda la literatura de ficción era "escapismo". Arte y pensamiento eran, según ellos, aquellos ladrillos que hablaban del vecino de al lado, aunque nadie reconociera al vecino en tan atribularios personajes, arte y pensamiento era lo que se reproducía en aquellos ambientes enfermizos, escabrosos y tristes. Y si algún novelista o poeta osaba elevarse por encima de lo ordinario y contarnos una historia, bueno, entonces es un escapista. O sea, la frase de José Luis Garci: "Lo que me fastidia son esas personas que van a ver una película, no entienden nada, se aburren como ostras, y precisamente por esas dos razones salen de la sala diciendo que es una obra maestra". Esto es lo grave de los progres: que se divierten horrores con "El señor de los Anillos" y sienten que no pueden reconocerlo.

Los cronistas de El País recuerdan la interpretación que una afamada escritora feminista británica hizo de "El Señor de los Anillos", como una obra machista. Y para muestra un botón: según la muy intelectual escribana, cuando Sam Gamyi le clave su espada a Ella-la-Araña, Tolkien está escribiendo una alegoría de la penetración del falo en la vagina. No es coña.

Lo del progresismo de derechas, plasmado en el editorial de El Mundo del paso martes 2, tiene otro sesgo, menos nostálgico, pero más desternillante: "Lo más curioso, sin embargo, es el gigantesco gol que el autor de los libros en los que están basados los guiones, John Ronald Reuel Tolkien, ha metido al imperio estadounidenses y a la Administración de Bush 30 años después de su muerte... Fue en las trincheras de Francia donde conoció el horror y el absurdo de la guerra. Sólo como una terapia imprescindible fabuló en su cabeza mundos mágicos... Curiosamente, cuando EEUU está más enfrascado en su campaña belicista mundial triunfa en Hollywood una obra que encierra la descripción de los horrores de las guerras en las que nunca hay ganadores y donde todos pierden siempre".

Créanme, si Tolkien hubiese leído estas líneas hubiese lanado una carcajada más grande que sus pipas de cedro. 

La guerra no es plato de buen gusto para nadie, pero Tolkien no quedó "traumado" en la I Guerra Mundial. Allí descubrió el papel de aquellos servidores (fue el último conflicto bélico donde todavía había clases en las trincheras: los señores y los criados), hombres sin estudios, que "se jugaban la vida por la mañana y por la tarde nos limpiaban las botas". Aquellos soldados sin galones se convertirían en los hobbits de La Comarca.

Por cierto, Tolkien, como buen católico, habría seguido hoy los criterios del Papa contra la guerra de Iraq por injusta. Pero Tolkien no era un pacifista. A quien ha escrito la más dura epopeya de la Edad Moderna, con combates sangrientos y escenarios bélicos permanentes, no se le puede presentar como pacifista. No eligió para su obra una trama de tensión psicológica, sino la más feroz de las guerras, con batalla que sitúan a los personajes al borde de la desesperación, entre los pueblos libres de la Tierra Media y el Señor Oscuro.

Por cierto, Pedro José, otro detalle: una de las peleas entre Tolkien y su amigo Lewis giró, en el periodo 1936-39, alrededor de la guerra de España. Para Lewis, los nacionales sólo eran militares rebeldes a un régimen democrático. Para Tolkien, la república había permitido y alentado una de las más feroces persecuciones religiosas de la Europa moderna, y Tolkien consideraba que eso no era admisible.

Pero hay más: interpretar que "El Señor de los Anillos" es una obra anti-Bush... bueno el asunto resulta bastante cachondeable. "El Señor de los Anillos" es una lucha entre el bien y el mal. Pero ojo, Pedro José, no el bien y el mal como conceptos, sino encarnados en seres de distintas razas. "El Señor de los Anillos" es lo más opuesto al relativismo, al pasotismo y al panteísmo que pueda haberse dado jamás. Tolkien no sólo era un católico practicante, sino, además, comprometido. Le molestaba mucho la esquizofrenia entre la vida privada y la vida académica o artística. Sus elfos y sus portadores del anillo embarcan en la Tierra Media para pasar al otro lado del mar, a la región de los Eldar, los espíritus, el cielo de la Iglesia. Gandalf, su verdadero protagonista, le dice al hobbit Peregrin Tuk que la muerte no es la última estación del camino... La epopeya de Tolkien es epoyeya cristiana en estado puro. Y encima "El Señor de los Anillos" es la obra de la juventud actual. Demasiado para Polanco y Pedro J.

Así que, si en el planeta Tierra existiera un solo habitante que no hubiera oído hablar de "El Señor de los Anillos", y leyera por vez primera los editoriales y crónicas de El Mundo, tendría una visión un tanto confusa de la obra de Tolkien. Cualquier parecido con la realidad sería pura coincidencia.

                                                         Eulogio López