Sr. Director:

Entre las razones que favorecieron la proclamación de santo Tomás Moro, por Juan Pablo II,  como Patrono de los Gobernantes y de los Políticos, se hizo especial hincapié, en la necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades. Con visión profética el Papa hizo alusión al terrorismo de cualquier signo, a los fenómenos económicos que están modificando las estructuras sociales; a las conquistas científicas, algunos engaños de supuesta clonación en el sector de las biotecnologías, que agudizan la exigencia de defender la vida humana en todas sus expresiones; a las promesas de una nueva sociedad, que exigen con urgencia opciones políticas claras en favor de la familia, de los jóvenes, de los ancianos y de los marginados.

Los documentos históricos muestran que Tomás Moro se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería servir no al poder, sino al supremo ideal de la justicia. Su vida  enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de virtudes.

Para los gobernantes y políticos que suscribieron la petición, la lección fundamental de Tomás Moro a los hombres de Gobierno es la lección de la huida del éxito y el consenso fáciles cuando ponen en entredicho la fidelidad a los principios irrenunciables, de los que dependen la dignidad del hombre y la justicia del orden civil.

Antonio García-Berbel Mudarra

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