Los bolivarianos están imponiendo su ley de la fuerza en las calles

Julio Soto, de 26 años, líder estudiantil opositor a Hugo Chávez, fue acribillado por unos desconocidos cuando conducía su camioneta por la ciudad de Maracaibo. Tratándose de un disidente, su asesinato hace volver las miradas hacia un gobierno que ha ido restringiendo libertades, especialmente las de sus opositores. El trabajo sucio se realiza no a través de la policía o del ejército, como en los antiguos regímenes totalitarios, sino mediante grupos bolivarianos, que es como se arreglan los problemas en las dictaduras encubiertas.

Por eso, los obispos de Maracaibo instan a través de un comunicado "a las autoridades competentes a llevar a cabo con rigor las investigaciones que se imponen para lograr que el crimen se esclarezca y se haga justicia". La Iglesia en Venezuela, uno de los principales obstáculos para el caudillo bolivariano, se ha comprometido en este comunicado a seguir trabajando por la paz y contra el odio. Tarea no le va a faltar.