Acepto que muchos de los que acudieron el sábado a Madrid lo hacían con la mejor de las intenciones. Tantos años de la crisis económica más grave de toda la era moderna han sembrado la desconfianza, no ya en la clase dirigente, sino en el vecino, que es una pérdida mucho más grave.

Y naturalmente, al rebufo de esas buenas intenciones vienen los manipuladores, que son aquellos que pasan de gritar justicia a tomarse la justicia por su mano. Por ejemplo, apedreando a un policía, que siempre da mucho gusto. Y entonces es cuando hay decenas de contusionados, casualmente siempre más policías que dignos manifestantes, lo que me hace sospechar, uno es así de astuto, que los chicos iban preparados para hacer daño antes que concienciados para pedir justicia.

Pero volvamos a los manifestantes previos a la violencia, a la inmensa mayoría de biempensantes llegados a Madrid desde muchos lugares de la piel de toro: ¿Eran justas sus peticiones Yo creo que no. Exigían todo lo exigible, incluso aquello a lo que no tienen ningún derecho. Y lo que es más grave: identificaban bienestar con Estado y lo público con lo justo, cuando por lo general, el significado es exactamente el contrario. A más Estado menos bienestar (salvo para los políticos) y en cuanto alguien me habla de lo público me tiento la cartera y me oxigeno el cerebro. Propiedad pública no es la que es de todos sino la propiedad de todos que manipula el Gobierno y los mercados financieros. Es decir, todos aquellos que trabajan con el dinero de los demás. Pero todavía son legión los incautos que creen que hay que seguir metiendo las manos en el bolsillo a los particulares para que el estado nos cuide de la cuna a la tumba. Y son legión, me temo, los listillos que pretenden que todo sea público para seguir sin aportar nada a los demás mientras los demás están obligados a proveerme de todo.

Y cuando oigo hablar de cultura popular llego de inmediato al pensamiento único que nos quiere imponer la progresía, que es la que hoy tutela el pensamiento en el mundo.

Solicitaban los manifestantes el fin de los recortes, la dimisión del Gobierno y el mantenimiento de los servicios públicos. Estoy de acuerdo con lo primero. El PP de Rajoy debería haber solucionado la crisis bajando impuestos y bajando gasto, es decir, prestaciones públicas. Por contra, lo que ha hecho Rajoy es subir impuestos y reducir prestaciones. Yo no quiero servicios públicos, quiero servicios privados, pagados con mi propio dinero. Y también con mi propio dinero, justamente ganado, quiero ayudar a los que, después de esforzarse, les ha ido peor que a mí. Y, sobre todo, quiero ser libre para decidir yo lo que hago con mi dinero, no para que el Estado, que no es otra cosa que el Gobierno, me meta la mano en la cartera y yo tenga que darle un cheque en blanco (el Gobierno emplea donde le viene en gana el dinero que coercitivamente saca de los impuestos) a unos políticos que no suelen estar a la altura de las circunstancias. Además, cuanto más pequeño sea el Estado más pequeña será la corrupción.

En la tarea de la solidaridad debemos evitar la presencia de ese intermediario tan oneroso y peligroso, como es la comunidad, el Estado, lo público. 

Que el Gobierno dimita me importa un ardite. Eso sí, hasta hoy, Rajoy gobierna legítimamente. Si no les gusta que se aguanten.

Ahora bien, que se mantengan los servicios públicos me preocupa muchísimo. Insisto, no me gustan los servicios públicos, prefiero el servicio que prestan los particulares, sea por justicia o por caridad, sea de buen grado o por interés.

También pedían pan, techo y trabajo para todos y todas. Lo de todas resulta tremendamente significativo. Significa, cuando menos, amor al tópico feminista -es decir, estúpido- más chorra de los últimos tiempos.

"Todo lo cultural debería estar al alcance de todos los ciudadanos, porque es de todos". Pero sí lo está. Insisto, cultura es un señor leyendo un libro y hoy en día conectarse a Internet también resulta barato y asequible. Lo que ocurre es que ha cundido el síndrome Bardem: se confunde cultura con espectáculo y los que viven del espectáculo exigen que los demás, los que pagan por verles y los que no quieren pagar, porque no quieren verles, les paguen vía impuestos.

Los indignados del sábado 22 también exigían una renta básica. ¿Por qué ¿Por qué la hormiga que se ha esforzado por formarse y por crear su propia máquina de facturar y su propio servicio a la sociedad, por cuenta propia o ajena, tiene que pagarle el sustento a la cigarra vaga  

Una cosa es asegurar un salario mínimo básico, y otra la sopa boba de la renta básica.

Los indignados también aseguraban que no hay que pagar las deudas. Pues muy mal, pagar las deudas contraídas es una obligación moral. Es posible que, cuando por ejemplo ocurre con la deuda pública, los mercados financieros extorsionan a un país, hay razones para exigir quitas y condonaciones. Ahora bien, eso no quita el principio primero de que las deudas hay que pagarlas. Lo otro no es indignación, es mucha cara.

¿No pagar las deudas Pues muy mal. Las deudas hay que pagarlas.

Pan, trabajo y techo. Y a ser posible cobrar sin trabajar. Aquí lo que hay es mucho indocumentado y bastantes caraduras.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com