Los mercaderes de la muerte han conseguido implantar el aborto y la fecundación in vitro, es decir, los dos grandes enemigos del ser humano y del derecho la vida. Pero a pesar de todo el poder del que disponen, sobre todo mediático, el poder más temible en la sociedad de la información, no han conseguido presentar a la muerte en sociedad. La presión del sentido común, de la Iglesia y del movimiento pro-vida, para denunciar, contra la marea de lo habitual, la contracepción como lo que es -el homicidio generalizado de los más indefensos- ha conseguido que el aborto, la contracepción la FIV y otros atentados contra la vida expidan mal olor.

Y así llevamos más de 30 años. Por eso, el pasado sábado 25 de marzo, Día del Niño por Nacer nueve meses antes de la Navidad, es una fiesta que está prendiendo en muchos países, junto a la sensación inequívoca de que el nonato es tan persona como el adulto.

La carta del obispo de Almería, Monseñor González Montes es especialmente clara sobre la doctrina cristiana acerca de la vida. Cabe destacar dos aspectos interesantes. El primero, la admonición a los políticos católicos, a los que se recuerda que deben hacer todo lo posible para evitar leyes que atenten contra la vida del no nacido. A uno se le abren las carnes cuando contempla, es sólo un ejemplo, al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón acudir a comulgar en las fiestas patronales, con las cámaras de TV enfocándole, mientras se ha convertido en el principal expendedor de píldoras postcoitales es decir, que pueden ser abortivas- para menores de edad a espaldas de sus padres, o cuando afirma que no hay que cambiar la actual normativa española, que ha convertido a España en el paraíso mundial del aborto.

Toda la carta de monseñor González Montes merece ser reseñada, pero me quedo con la expresión: los niños que nos faltan, aquellos a los que no hemos dejado vivir y que tanto echamos de menos en una sociedad decrépita, sin vitalidad. Me recuerda a aquel los hijos que no tuvimos de Aute, aquellos que se esconden las cloacas, porque presienten que el día que se avecina viene con hambre atrasada.

Nuestros nietos verán un mundo sin aborto, y se llevarán las manos a la cabeza y nos maldecirán, como aquella muchacha que le decía a su madre progresista: ¿Así que tú te habrías librado de mí?

Eulogio López