La popularidad y el éxito de la persona célebre es utilizada de forma reiterada para vender productos y promocionar servicios. Los creadores de mensajes intentan conseguir un único objetivo: dar un mayor renombre al producto anunciado.

Los vemos todos los días y a todas las horas. En las pantallas de las televisiones, las páginas de las revistas y periódicos, las ondas radiofónicas y las vallas publicitarias. Nos hablan caras y voces famosas. La tentadora y millonaria oferta lleva a que los personajes más conocidos del mundo saluden al público desde el escaparate publicitario para dar consejos de las excelentes cualidades de los más diversos productos.

Los futbolistas Leo Messi es el prescriptor publicitario de una importante marca de zapatillas y Cristiano Ronaldo (en la imagen) es la nueva imagen de una entidad financiera.

También la empresa líder mundial de productos de belleza ha rubricado un contrato para exhibir el rostro en sus campañas publicitarias de Penélope Cruz, la canadiense Linda Evangelista o la estadounidense Jane Fonda. También, Andie MacDowell, nacida en Gaffney, un pueblecito del estado de Carolina del Sur, la modelo y actriz francesa Laetitia Casta, el irlandés Pierce Brosnan y el estadounidense Matthew Fox. Además, el famoso diseñador de moda Tommy Hilfiger es el prescriptor publicitario de unos grandes almacenes. Y el piloto, siete veces campeón de Fórmula 1, Michael Schumacher es el prescriptor de un fabricante de bebidas etílicas: aconsejará no mezclar alcohol y conducción.

También la diva Montserrat Caballé ha apadrinado  la "Misión Metrópolis". Una iniciativa del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Barcelona, Bruselas, Budapest, Dublín, Fráncfort, Lisboa, Liverpool, París, Turín, Varsovia, Viena y Zagreb acogerán la "Misión Metrópolis", un proyecto pionero que busca poner a los católicos en estado de evangelización ante la avanzada descristianización de Europa. Este año serán 72 las ciudades que participe, comentó recientemente el rotativo del Vaticano L´Observatore Romano.

Si el comportamiento privado de un popular es incorrecto, cuando su ética y moral quedan en entredicho, es posible que su imagen quede dañada. Por ello, es muy probable que, también, la imagen del producto quede perjudicada.

Todas las decisiones publicitarias que no se orienten al respeto de las personas y a la veracidad del mensaje son un fracaso, a la larga. Hacer un uso continuo de los famosos en la publicidad no es lo más deseable. Y no hay que olvidar que la publicidad anuncia bienes y servicios, no figuras ni rostros famosos.

Clemente Ferrer

clementeferrer3@gmail.com