El nuevo chiste, sin duda anticatalanista, que circula por Madrid es el de esos dos catalanes que se encuentran en la Diagonal y el uno le dice al oro :

Mi madre se ha quedado sorda y ciega.

-¡Qué gran desgracia! ¿Y qué vas a hacer?

-Ya lo he hecho, le he cortado la luz y el teléfono.

No es muy bueno como chiste, pero es muy lamentable por el anticatalanismo creciente que ha generado en toda España tanto a la OPA como Estatut. Anticatalanismo que no hubiera llegado a mayores si no fuera porque el Gobierno Zapatero, con su cinismo habitual, se ha empeñado en magnificarlo. El señor Fornesa, el señor Fainé, el señor Brufau y el señor Vilaseca, harían bien en recordar, aunque por ahora vayan ganando el partido, aquello de que de mis amigos líbreme Dios, que con mis enemigos me basto yo. Porque el descaro con el que el Ejecutivo Zapatero ha aprobado la OPA, y el descaro con el que ha vendido la operación la vicepresidenta primera Teresa Fernández de la Vega que de opas no entiende, pero de manipulación es un monstruo- no hace más que aumentar el anticatalanismo, siempre injustificable, del resto de España.

Dicho de otra forma, las condiciones impuestas a la OPA de GN son ridículas. Es más, no son objeciones. Los portavoces gubernamentales se van a hacer daño al andar, por la cara que muestran al advertir, sin inmutarse, que esto es una OPA buena para el consumidor, una chorrada sublime. EL consumidor quiere buen servicio y a buen precio, en materia de suministro energético, y aquí estamos hablando de otra cosa, de una lucha por el poder a bofetadas.

El argumento de Zapatero quizás se le escapó- era mucho más sutil: en un sector estratégico, el más estratégico, que precisa inversores millonarias en euros, e inversiones en infraestructuras básicas, es vital contar con empresas nacionales en un mercado energético europeo, empresas con sede social en España sea Madrid o Barcelona, que eso lo mismo da- a las que la sociedad y el Gobierno en su nombre, puedan presionar para que inviertan donde deben, con rentabilidad, pero donde deben, es decir, donde resulte prioritario para asegurar el suministro. Buena prueba de ello es que ningún país europeo -Francia, Italia o Alemania- que pinte algo en el sector energético, quiere perder sus joyas de la corona. Estos países no sólo no liberalizan, es que tampoco privatizan. Asimismo, británicos y norteamericanos. Campeones del liberalismo y la globalización, controlan los flujos de ahorros, es decir, a los grandes inversores institucionales, por lo que pueden permitirse el lujo de vender sus empresas en sectores básicos. No obstante, tanto Londres como el mismísimo Washington protestan cuando sus empresa clave, y a veces no tan claves, son compradas por compañías foráneas. Y si no, recuerden cuando la petrolera china Cnooc quiso absorber a su competidora californiana Unocal, cruzándose en el camino de Chevron. ¡Cómo se puso el liberal George Bush! Y eso que los chinos ofrecían 18.500 millones de dólares, frente a los 16.500 de la multinacional estadounidense. Por un momento, Bush se volvió nacionalista económico. Y no se crean que Unocal era el ojito derecho de los neocon. En los años noventa, Unocal negoció con los talibanes afganos, aliados de Osama Ben Laden, la construcción de un oleoducto hasta el Mar Caspio. El jefe de negociaciones de Unocal era Jamil Karzai, hoy presidente de Afganistán colocado por los Estados Unidos. Es igual, Unocal es de los nuestros y lo nuestro no se toca.

En efecto, lo bonito es tener un tejido de pymes, siempre que se asegure que se cuentan con una serie de locomotoras empresariales de corte estratégico, más que nada para que no se las coman ENI, ENEL, EDF, Gas de Francia, EON u otras entidades más o menos ligados a los gobiernos respetivos (sí, también EON).

Y así, mientras los países europeos se cuidan de no privatizar, en España -más liberales que nadie- suprimimos la acción de oro, que es algo así como dejar que el rico siga comiendo manjares mientras al pobre se le suprime la dieta única de pan. Repsol YPF ya no cuenta con el veto político, e Iberia, Endesa y Telefónica tienen fecha fija de caducidad. No, en España, Zapatero no combate por su empresa frente a los extranjeros, sino que combate con empresas catalanas frente a empresas españolas. Combate lo que él piensa que son empresas suyas contra las empresa del PP. Una pugna cainita de la que se aprovecharán los foráneos. Somos así de imbéciles.

No nos saltamos el guión: la OPA de Gas Natural sobre Endesa era una operación aplaudible, salvo por dos motivos: el precio, muy rácano, y el más importante: porque no hacía más grande a Endesa, sino más pequeña, a mayor gloria de Iberdrola. Y así, mientras nos peleamos por comer la tarta, y no por aumentarla, puede que venga un francés a hacernos el favor de quedarse con la tarta entera. En nombre del liberalismo y la modernidad, ciertamente.

Eulogio López