Para los lectores que hayan seguido las declaraciones de la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, a Hispanidad (edición del 3 de marzo) ya se habrán percatado del espíritu que alienta la nueva norma.

Es una especie de vendetta personal del feminismo más amargado, el mismo que utiliza el poder político para satisfacer sus frustraciones personales.

Y como la frustración no es buena consejera, así, nos toparemos con un nueva tonti-ley o tonti-norma del Gobierno Zapatero. Llamo tontinorma a aquel proyecto que, por estar hecho desde el resentimiento generalmente injustificado, produce los efectos contrarios a los oficialmente pretendidos.

Por ejemplo, la ley de violencia contra la mujer está provocando más violencia en el matrimonio, tanto contra la mujer como contra el varón. De la misma forma, el proyecto de Ley de Igualdad va a provocar mucha más desigualdad, especialmente salarial, y mucha más injusticia.

El País, que alguien definió como el Boletín Oficial del Estado, ha calentado los motores afirmando que las mujeres cobran un 40% menos que los varones.

Naturalmente es mentira. El 95% de las retribuciones en España como en cualquier otro país- están sometidas a una regulación por convenio, y es evidente que una trabajadora de una categoría cobra lo mismo que su compañero varón del mismo nivel. Y si no es mentira es incalculable, dado que si consideramos que los salarios superan lo fijado en convenio que establece unos mínimos- no es posible auscultar ni tan siquiera una muestra representativa. Y si nos atenemos a la declaraciones de la renta, entonces no estamos comparando puestos iguales sino desiguales, y la discriminación no es por razón de sexo, sino por las diferencia de salarios entre grandes empresa y pymes. Este Gobierno es muy mentiroso, pero en este caso estará batiendo marcas.

Por cierto, muy bueno eso de que el Gobierno obligará a las empresas a demostrar su inocencia en caso de discriminación. Es decir, que nadie es inocente mientras no pueda demostrar lo contrario. Eso, en una sociedad en la que muchas mujeres, inoculadas del virus feminista, consideran que todas sus desgracias, sus fracasos profesionales o simplemente su aburrimiento, se debe a la discriminación que sufren por su condición sexual, puede ser una mezcla de fuego y dinamita. Hoy asistimos al espectáculo circense de tantas mujeres que justifican cualquier falta de talento en la secular discriminación que sufrían durante, pongamos, unos 4.000 años.

Con la ley, hemos ganado un nuevo escalón en el camino hacia la impunidad, impunidad femenina, la misma que ya impera en los juzgados dedicados a la violencia de género o, lo que es mucho más grave, la impunidad de las mujeres que se divorcian o separan y la prevaricación permanente de tantas juezas y fiscalas a la hora de decidir la custodia de los hijos y las condiciones de una separación.

No sólo eso. El nuevo proyecto de Ley de Igualdad, una de esas maravillas de la demagogia que tanto agradan al presidente Zapatero y sus compañeros de fatigas, el ministro de Trabajo, Jesús Caldera, otorga a sindicatos y ONG la autoridad para promover causas judiciales por discriminación laboral de las mujeres. Me temo que los juzgados se van a colapsar y que, naturalmente, miles de mujeres, especialmente las más vagas e incapaces, instarán a su sindicato a su ONG a llevar a los tribunales a sus jefes por discriminación. Por de pronto, supondrá una forma de asegurarse el puesto de por vida.

Pero volvamos a las diferencias salariales. Supongamos que esa diferencia del 40% es cierta. Supongamos que la mujer está discriminada y cobra meno que el varón por un mismo trabajo. La ley trata de obliga para salvar tan injusta discriminación, bajo el título de la norma: ley de igualdad.

Observen que la patronal ha hecho más hincapié en la formación de los consejos que en la igualación de salarios. La razón es muy simple: considerando que la moderación salarial constituye le tópico aceptado por todas las fuerzas sociales y por el Gobierno, considerando que la demnda de trabajo es intensa, y que el empresario siempre puede encontrar trabajadores dispuestos a trabajar más horas por menos dinero, y considerando que ahora les respalda una ley, le apuesto doble contra sencillo a que lo que ocurrirá será que las empresas aprovecharán tan feminista norma para estancar el salario de los varones e ir subiendo paulatinamente el de las mujeres. Al final, se van a ahorrar una pasta, se lo digo yo. Todo será por la igualdad y por la necedad, que ambos conceptos riman en consonante.

Pero hay más. El proyecto del Gobierno Zapatero supone un atentado directo contra la propiedad privada, uno de los derechos inalienables del hombre.

Así obliga a que el 40% de los miembros de un Consejo de Administración sean mujeres. Un consejo es la representación de la propiedad privada, y la empresa es propiedad privada de sus accionistas. Obligar a estos a introducir la paridad en el Consejo de Administración es tanto como cargarse los derechos de la propiedad privada. Si un varón posee el 50% de las acciones de una empresa, y la ley de sociedad anónima le permite, es un ejemplo, nombra a 10 vocales por esa participación, ¿por qué tiene que elegir a seis hombres y a cuatro mujeres, si es su dinero, su propiedad? Elegirá a quien quiera.

Por último, la Ley de Igualdad supone un atentado y una humillación a la mujer: simplemente la considera una imbécil que necesita la ayuda del Estado para equipararse al varón. No es de extrañar, a fin de cuentas, el feminismo siempre ha considerado un poco lelas al conjunto de las mujeres (con excepción de la vanguardia feminista, naturalmente).

Lo dicho, un atentado contra la propiedad privada, además de una estupidez de gran calado y un insulto al dignidad e inteligencia de las mujeres. Mal haría la mayoría de las féminas si con esta norma aplicaran el viejo dicho de Javier Arzallus con la banda terrorista ETA: unas menean el nogal y otras recogemos las nueces. Y todo para satisfacer a unas cuantas resentidas.

Y lo peor de la cultura de la queja, alimentada por un presidente feminista es que está haciendo proliferar un tipo de mujer desamorada, incapaz de entregarse a nada ni a nadie porque confunde la donación y el compromiso con la servidumbre y la esclavitud y esto es mucho más grave, aún, que los bajos salarios.

Eulogio López