El presidente del Congreso, Manuel Marín, está encantado de haberse conocido, señalan desde los pasillos del Congreso sus señorías. Y es que en todos los informativos de televisión se informó en la jornada del martes de la instalación de un servicio de internet para que sus señorías pudieran acceder a la red de redes desde su escaño de la representación de la soberanía popular.

La medida, parece no haber satisfecho a nadie. Por una parte, parece un gasto superfluo si tenemos en cuenta que sus señorías tienen un portátil cada uno con cargo al presupuesto. Habría bastado con instalar un WiFi en el hemiciclo para ahorrarse las obras de instalación de unas pantallas incrustadas en el mobiliario. Pero es que además, los diputados se quejan de la falta de intimidad de las pantallas famosas. Porque las cámaras de televisión pueden grabar la navegación de sus señorías. Y eso sí que no.

No porque los representantes del pueblo vayan a entrar en páginas porno (aunque no sería el primer caso), sino porque la televisión podría transmitir en tiempo real las conversaciones electrónicas entre diputados, los argumentos remitidos desde los gabinetes de asesoría, los artículos que uno escribe en los tediosos plenos o los periódicos electrónicos que cada uno consulta. Así que probablemente muchos tengan abierta la página del Congreso. Para mayor gloria de Marín y menor riesgo personal.