El Banco Central Europeo (BCE) ha ordenado que en el transcurso del presente año no se puedan dispensar en los cajeros automáticos otros billetes que los procedentes de los bancos centrales o de empresas autorizadas para validar la autenticidad de los mismos. Dicho de otra forma, no quiere que se expidan en cajeros billetes depositados por los clientes en las sucursales bancarias, no vayan a ser falsos o defectuosos.

Dicho así la cosa parece simple, pero significa renovar (tirar a la papelera) todo el parque de maquinaria de validación de las entidades financieras. Un pastón.

Y es que en Frankfurt, sede del BCE, tienen ideas magníficas. Sin embargo, el organismo que preside Jean Claude Trichet continúa negándose a retirar de la circulación los billetes de 500 euros, espléndido instrumento para el blanqueo de dinero y los flujos del crimen organizado. La última excusa que se le ha dado al Banco de España para mantener los binladens (se sabe que existen, pero nadie los ha visto) es que los billetes son utilizados por los inmigrantes para evitar el oneroso coste de las transferencias. No hay más que mirar a un inmigrante para saber que lleva en la cartera un par de binladens.