Cuando en un país las cosas van mal lo mejor es mirar a otro en el que vaya peor para, de esta forma, redondear el mal de muchos que es consuelo de borregos.

España está a un paso de ser colonizada, perdón, intervenida, por Bruselas, o sea, por Berlín. Pero en medio de una crisis pavorosa, con el país víctima de la especulación financiera, al menos el Estado no ha hecho dejación de uno de sus deberes principales: proteger la vida de integridad del ciudadano. No hablo del derecho a la libertad o a la propiedad: hablo del derecho a la vida, que no deja de ser el primero de todos.

Los Kirchner decidieron tiempo atrás que cada cual se defendiera a sí mismo, con lo que Buenos Aires se ha convertido en la capital más peligrosa de Iberoamérica. Cada cual se defiende, como puede, de asesinos, ladrones, atracadores, secuestradores, etc., mientras doña Cristina se rodea de aduladores y organiza grandes fiestas patrióticas.

En las caceroladas se ve el miedo a una crisis que ya se ve próxima, en un país con una economía en crecimiento espectacular que se lo ha comido la corrupción de los Kirchner.

El Estado ha desaparecido en Argentina y el Gobierno de Cristina Fernández ha abandonado a los ciudadanos. A partir de ahí, el problema es que los argentinos no temen por su economía, temen por su vida.

Por ejemplo, todo aquel que tiene dinero contrata a servicios de la comunidad judía argentina, alguno de ellos formados en Israel. Es lo mismo que han hecho armadores que operan en el Índico para protegerse de los piratas somalíes. Son muy eficaces pero son caros.

Al tiempo se ha disparado la venta de armas en Argentina, lo que no deja de ser curioso porque es un mercado ilegal.

Ahora la pregunta es: el sucesor de Cristina Fernández, ¿qué Argentina se va a encontrar?

Eulogio López

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