Sr. Director:

Que el dinero del Estado es de todos los ciudadanos es algo que no cuadra en las cuentas de los hogares españoles desde que este comenzó su oleada de inyecciones en la gran mayoría de las Cajas de Ahorro.

Y está bien decir que los bancos salvaron la barbarie de decadencia económica amparados en los múltiples negocios que no se vieron afectados del mismo modo que en sus colegas financieras. Aún nos preguntamos la indulgencia que el ministro de Economía desparramó con la Restructuración Bancaria, alegando ser un gran negocio con poco riesgo y que en un tiempo record repercutiría en pingues beneficios a la sociedad.

Lejos de toda está sinrazón, el hecho lamentable es que mientras los españoles siguen sufriendo el gasto ocasionado a las arcas públicas, es decir al bolsillo de los contribuyentes, la banca privada asume mínimos riesgos apropiándose por un módico precio de Cajas rescatadas con el erario del pueblo; pérdidas continuadas por ventas a precio de saldo que indignan a cualquiera son el resultado actual de la mala praxis ejercida por representantes de la política metidos a consejeros del mercado financiero sin conocimiento de por dónde coger la manija precisa en negocios que han traído fatales consecuencias a nuestra economía.

Sin embargo, existen personajes de dudosa competencia que supieron hacerse con una línea de crédito lo suficientemente lustrosa como para fabricarse a la medida una jubilación de capital desmedido; bien como consejeros, asesores o cabezas visibles, lo insultante de sus pensiones en época de desmoronamiento económico de las entidades que representaban y del resto de la sociedad no les impidió un ápice embolsarse lo que a bien convenían en sus deshonestas reuniones.

Cuando se reitera en declaraciones públicas por parte de altos representantes de la vida política, económica y social la marca España como panacea de los inversores, parecen olvidar la fama desgranada por una pequeña parte de individuos faltos de honestidad, confundidos entre la maraña bancaria del momento, en el cual esté país empezó a menguar en su calidad social. Crear una imagen de responsabilidad ha costado demasiado tiempo y por el contrario, caer en lo mediocre ha sido cuestión de la falta de aprovisionamiento del sector financiero y por ende, de personas que aún hoy creen gozar del respeto de un sector de la sociedad por el trabajo bien hecho.

El Gobierno del PP, al igual que el PSOE del anterior inquilino de Moncloa, tenían que haber sujetado las riendas de ese caballo desbocado en el que se convirtió la desenfrenada salida de dinero por parte de las Cajas de Ahorro con hipotecas y créditos faltos de garantías y engordados por las tasaciones inmobiliarias grotescas; por despachos notariales y Registros de la Propiedad frotándose las manos ante tanta afluencia de documentos.

Los españoles no fuimos los culpables de gastar más de lo que podíamos, como dijo el Sr. Rajoy, son las entidades financieras las que dejaron el grifo de la liquidez abierta sin preocuparse del gran charco de despropósitos que se estaba creando alrededor de nuestro sistema económico. Cuando el Banco de España notó un primer movimiento del posible derrumbe de las cuentas en las Cajas de Ahorro, que luego tuvieron que ser intervenidas por el Estado y rescatadas con nuestro dinero, el sismógrafo podría haber salvado muchos de los recortes con los que luego intentan recuperar la dadiva prestada, pero o bien por ineptitud, por intereses personales, o encubrimientos pactados, nada hicieron; el resultado es obvio, el Estado de Bienestar Social fue de golpe destruido bajo los escombros del terremoto en nuestra economía y en ese solar que ha quedado tras semejante desastre; un lugar en el que tan sólo hacen buenos negocios los que fueron provisores de esté oscuro mundo en el que se mueve la economía como son las entidades bancarias privadas.

Los instrumentos del Gobierno suelen esconderse tras las horas imprevistas del día, dar las noticias en horario poco frecuentado por los ciudadanos es considerado por sus representantes como ideal para no dar demasiadas explicaciones sin previa preparación de las mismas. Ya se preparan las vacaciones estivales en su entorno y el paquete de nuevas medidas quedará listo para aprobarse por mayoría  a su regreso; las carencias se dan por restablecidas, las subidas del recibo en el suministro eléctrico preconcebidas, los becarios a la espera de un milagro y la larga lista de desempleados pendientes del sorteo extraordinario en lo que se puede convertir un trabajo precario con el que abastecer los recursos básicos de sus hogares.

Las ambiguas noticias de la ministra de Empleo tras su veraneo seguro que comenzarán con la bajada del desempleo en el mes de septiembre, que está sea provocada por el exceso de trabajo en las terrazas de veraneo da igual, los números son los números, aunque estos a veces, sólo pueden contarlos unos pocos depravados de esos que tuvieron la gran suerte de robar sin ser cogidos con las manos en las cuentas.

Juan Antonio Sánchez Campos