¿Forzar la trasparencia desde el anonimato? Parece una contradicción. No, no me gusta Anonymous.

Esta es la historia misma de la sociedad de la información. El grupo Anonymous ha publicado datos personales de personas relacionadas con la Ley Sinde. No me gustan estos señores por la misma razón por la que no me gustan las fiestas de Carnaval: esconden sus rostros y su identidad. El anonimato siempre me ha parecido cobarde. Además, ¿cómo exiges transparencia desde el anonimato?

Otrosí: es verdad que el hombre público tiene menos derecho a la vida privada pero lo de Anonymous no es justicia, es venganza. Publicar el teléfono personal de un ministro no ayuda a la trasparencia ni a la libertad: simplemente fastidia al ministro.

Por lo demás, la lucha por la propiedad intelectual ha terminado en jaula de grillos. Todo el mundo está de acuerdo en que al creador hay que apartarle, pero apuntemos dos matices:

1. Al creador, no a la empresa mercantil que gestiona sus derechos intelectuales. Los derechos de las personas físicas deben tener prioridad sobre los derechos de las personas jurídicas, porque lo que importa es la persona.

2. ¿Cuáles son los límites de la propiedad intelectual? ¿Quién es el dueño de una idea? Si un periodista cita a un político, ¿el político no tendría derecho a que le abonaran derechos de autor? ¿Y un entrevistado?

Porque no estamos hablando de reconocimiento de la autoría y la creatividad: estamos hablando de un pago, que es muy distinto.

En cualquier caso, lo de Anonymus no es libertad, es cobardía. El que defiende una postura debe hacerlo sin ocultar el rostro.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com