Sí, fue el gobernador del banco de España, Luis María Linde (en la imagen), quien forzó la dimisión del consejero delegado de Santander, Alfredo Sáenz. Algo ilógico, dado que el Gobierno se había apresurado a trasponer la directiva comunitaria por la que una condena en firme no obliga dimitir. Linde, como jefe del supervisor, podía, por tanto, alegar que Sáenz es un banquero con mucha experiencia y necesario en su entidad. Pero no, le dio un ataque de dignidad y forzó la dimisión.

Primero llamó al Gobierno, a Luis de Guindos, y le advirtió que no estaba dispuesto a pasar a la historia como el gobernador del Banco de España que mantuvo a un Ceo condenado por la Justicia. Luego, llamó a Emilio Botín y le advirtió que la decisión del organismo inspector iba a ser negativa. Si quería, que Alfredo Sáenz dimitiera.

Les explico: Linde es un gobernador sin carácter al que el socialista Fernando Restoy le ha comido el terreno. Necesitaba dar un puñetazo en la mesa para afianzar su autoridad. Y lo dio, sólo que en la mesa equivocada. Miren ustedes, fui amigo de Alfredo Sáenz y dejé de serlo porque es de Bilbao, un poquito chuleta, para entendernos. Ahora bien, después de seguir el Caso Olabarría durante 14 años he llegado la conclusión de que Sáenz no es culpable o al menos de que no es tan culpable como para exigirle la dimisión.

Pero así fue. Y ahora es don Emilio quien afronta su propia sucesión. Y encima nombra consejero delegado a Javier Marín, que empezó a trabajar con don Emilio, entre otras cosas, por su experiencia como golfista, deporte que apasiona a don Emilio. En su palmarés cuenta con desastres como de Lehman, Madoff, Banif inmobiliara, etc., y no tiene experiencia en banca comercial. Ahora, Marín tendrá que demostrar muchas cosas.

Señor Linde, imponga su autoridad sin necesidad de machacar a un banquero que es un poco chulo, sí, pero que pasaba por ser el mejor ejecutivo bancario de Europa.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com