Lo ha dicho el escritor José Saramago : No soy creyente, pero es que ni entiendo cómo alguien puede creer en Dios con los avances actuales Cuando llegue mi hora, entraré en la nada, me disolveré en átomos y ya está, como hizo mi perro hace dos meses.

Ante todo quiero recordarles que Saramago es comunista, es como él se identifica. Pero es lo que ocurre con el comunismo, que, al final, perdida toda referencia, fracasados todos sus proyectos, convertidos sus principales exponentes (Rusia, China, etc.) al capitalismo más rabioso, especulativo e inhumano, la ideología comunista se ha convertido en algo muy sencillo : cómo chinchar a los curas.

Quizás por eso, Saramago (Magazine, 8 de enero) dedicó un libro a la figura de Cristo (El Evangelio según Jesucristo, aunque más bien parece el Evangelio según le gustaría a Saramago). Ahora, aunque dice que no le obsesiona lo más mínimo la muerte, dedicará su próxima obra a la muerte. Es una pura casualidad. Por eso también, Saramago opta en su Evangelio por la figura más absurda de todos los tiempos: un Jesús de Nazaret que es un buen hombre pero, naturalmente, no un buen Dios. Lo cual es falso hasta la puerilidad: un hombre que se presenta como Dios y que pide que le adoremos, sólo admite esta alternativa: o realmente es Dios y debemos adorarle, o es el más canalla de los seres humanos.

Oyendo hablar a Saramago, uno diría que Dios mismo ha bajado a la Tierra para comunicarle a Saramago, de forma oficial, que Dios no existe. Pero el problema del ateo siempre es el mismo : sin Dios, no hay quien explique, no ya cómo existe el Hombre, sino cómo existe cualquier cosa. La alusión del laureado escritor a la presunta contradicción de cómo alguien puede creer en Dios con los últimos avances simplemente lo omito, para no ridiculizar a un hombre que, por lo menos, dice lo que piensa. Y eso, en el siglo XXI es digno de reconocimiento.

Pero lo de disolverse en átomos. Hombre no. Verá, le guste o no le guste, amigo Saramago, usted seguirá existiendo después de muerto, porque usted es un espíritu, justo lo que le distinguía de su perro, y todavía no se ha descubierto la bala que mate a un espíritu, ni tan siquiera con una bala de plata, como al hombre lobo. Si usted fuera un conjunto de átomos, y no un ente mitad espiritual mitad material, usted habría desaparecido con cada renovación de sus células, y sus células se renuevan deforma total pongamos cada 5 años. Usted no sería el mismo José Saramago desde hace 84 años, sería otra cosa, de la misma forma que el filete que ha comido hoy anteayer era parte de una vaca y ahora es parte de usted, de sus átomos constantemente renovados. Y si su fallecido perro fuera lo que es usted, es decir, un ente racional y libre, una persona, entonces habría escrito novelas que competirían con las suyas. Para ser escritor, no ha estado muy brillante en la metáfora, oiga usted.

Pero con todo, eso no es lo más importante. Lo importante es que nadie le pidió permiso para venir a la existencia y nadie se lo pedirá ni para morirse ni para desaparecer. De hecho, usted no tiene permiso para desaparecer. La libertad del hombre no consiste en decidir sobre su existencia, sino en mostrarse agradecido a ese Dios que le ha dado la vida o despreciar el regalo. Precisamente, será en el momento de la muerte cuando usted pueda comprobar esta realidad, que puede resultar espantosa para los renuentes o espléndida para quienes practican la gratitud.

¿Avances? ¿Qué avances, D. José? Cuando hablamos de seres libres no hay avances que valgan: con cada hombre comienza la historia de la búsqueda de la verdad y de la libertad. Ni tan siquiera es usted libre para eludir la libertad: está obligado a elegir entre el bien y el mal, entre el conocimiento y la ignorancia. Y el conocimiento no consiste en grandes descubrimientos, que ni son grandes ni descubren gran cosa, sino en la confianza. Usted, como todo el mundo, ricos y pobres, listos y tontos, conoce el 99,99% de lo que conoce gracias a la confianza que le inspiran terceros. Es decir, conoce por fe, en Dios al que niega o en los hombres a quienes contempla. No tiene usted ni tiempo, ni capacidad para conocer por sí mismo ni un 0,01% de lo que conoce, y lo que conoce no es ni la diezmillonésima parte de lo que el universo material del espiritual ni hablamos- le enseña. Usted no acude a las fuentes primeras no en ese 0,01%. Qué quiere que le diga, Saramago, para mí que su afirmación sobre la imposibilidad de que exista Dios resulta muy poco científica.

Y por último, le voy a decir algo terrible, aunque, asimismo, muy científico : Dios existe o no existe independientemente de que usted crea o no crea en él.

Eulogio López