Moncloa califica la visita de protocolaria

 

La reunión entre Zapatero y el Papa Benedicto XVI se produce por razones protocolarias, señalan desde Moncloa. Y es que todos los presidentes de turno de la UE han visitado al Papa durante su semestre. Zapatero no iba a ser menos. Quizás sea el único éxito de su presidencia. Por eso ha cuidado los detalles y ha aparecido 10 minutos antes de la hora prevista para el encuentro.
Los temas en la agenda son muchos. Por supuesto, la crisis económica. Pero también temas españoles: la relación con Cuba donde la Iglesia cubana está teniendo un destacado papel de interlocutor y se le ha adjudicado el éxito del acercamiento de los presos. Escaso éxito para la disidencia que exige la liberación de todos los presos de conciencia. En todo caso, Moratinos, presente en el encuentro, ha tratado de convencer de su tesis: es mejor un acuerdo pactado que comprometa al régimen, aunque sea mínimo, que un acuerdo de máximos que es observado como una imposición.
Además de Cuba, previsiblemente Zapatero tratará de negociar la nueva Ley de Libertad Religiosa con el Pontífice. Una norma cuyo anteproyecto estaba previsto para antes de verano y que quizás se tenga que retrasar por el tsunami económico de los últimos meses.
En la agenda también se encuentra el espinoso asunto del Valle de los Caídos. El presidente de Patrimonio Nacional, Yago Pico de Coaña, ha tratado de alcanzar un acuerdo con el abad y con altos representantes de la Iglesia española. No lo ha logrado y espera que Zapatero pueda alcanzar algún tipo de acuerdo. También pinchará en hueso. Benedicto XVI acudió al Valle de los Caídos hace una década. El entonces cardenal Ratzinger había sido invitado a los cursos de verano de El Escorial que organizaba Villapalos. Aprovechó para ir al Valle. Una visita de 20 minutos que se transformó en dos horas. Ratzinger salió encantado y recomendó que el Valle se convirtiese en un lugar de peregrinación. Probablemente Benedicto XVI recuerde esa visita. Y no parece que vaya a dar su visto bueno a una perversa estrategia para desacralizar la Basílica de Cuelgamuros.