La ampliación de capital del diario electrónico exige una prima del 1000%. Los suscriptores no tendrán poder alguno y aspiran a un dividendo de una sociedad, que, en su primer ejercicio en números negros, obtuvo un beneficio bruto de 9.000 euros. La apelación al mercado de capitales abre una vía que condujo al descrédito de la prensa tradicional

El periódico electrónico Libertad Digital, que lidera Federico Jiménez Losantos, ha lanzado una ampliación de capital por 486.000 euros con una prima de emisión de 4,86 millones de euros, esto es, 10 veces más. Dice don Federico que lo hace para preservar su libertad ideológica. Y es que la libertad siempre ha resultado carísima.

Analizamos la operación con las propias cifras de la página WEB de Libertad Digital. El valor teórico de las acciones (coges el activo y le restas el pasivo, lo divides por el número de acciones y tienes el valor teórico) es de 10,29 euros, según cálculos de la propia empresa. Lo que están pidiendo con la ampliación es 110 euros por acción. Esto se podría justificar si dijeran que tienen un plan de negocio contrastado, algo así como vamos a descubrir una mina de oro en la sede social. Pues bien, Libertad Digital no representa plan de negocio alguno, simplemente piden la pasta para continuar haciendo lo mismo que hacen. Es decir, los nuevos accionistas pondrían casi 10 veces más que los antiguos por una misma participación.

Segunda parte: casi el 40% de los activos de Libertad Digital es un crédito fiscal (pérdidas de ejercicios anteriores), porque resulta que ha estado en pérdidas desde su fundación, en el año 2000, hasta 2003, en el que obtuvo el formidable excedente de casi 9.000 euros (brutos, no se vayan a creer).

En el año 2002 decidieron activar los créditos fiscales correspondientes a 2001 y 2002. Es decir, que el genial Federico, agobiado por las pérdidas de 2002, decidió imputar el crédito fiscal para presentar un semblante contable más risueño.

La situación actual es que la compañía tiene unos fondos propios de 500.000 euros y un crédito fiscal de casi 300.000. Dicho de otra forma, que si realmente no se pone en beneficios, los recursos propios serán 200.000. Como ven, el derecho ante Hacienda que enarbola don Federico es mucho más modesto de lo que pretende la compañía. Ergo, el valor teórico de la acción ya no es de 10,29, sino de poco más de 4 euros.  ¡Y está pidiendo 110 euros por acción!

Otrosí. La ampliación de capital está inscrita en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), lo que otorga mucha solvencia al asunto. Sin embargo, se trata de una inscripción light. Por de pronto, una misión de menos de 6 millones de euros (esta es de 5,4) realmente no se registra. Basta con informar a la CNVM, que es lo que se ha hecho en este caso. En definitiva, si Libertad Digital suspende pagos, ningún inversor podrá reclamar a la Comisión Nacional ningún tipo de negligencia.

Por cierto, el auditor no es una marca reconocida, sino un particular. Saquen ustedes sus propias consecuencias. Con todo nuestro respeto a doña María Canga Pérez, cuando se acude al mercado es exigible que sea una auditora de primera fila quien acredite las cifras.

Por cierto, se trata de una empresa que vive de la publicidad, pero que se gasta el 31% de sus ingresos anuales en publicidad y relaciones públicas (y eso que tiene mucha publicidad gratis), al menos en 2003.

Y más. Libertad Digital cierra el ejercicio a 30 de septiembre. Pues bien, han presentado cuentas auditadas a 30 de septiembre de 2003 y cuentas provisionales a 31 de agosto de 2004, donde los beneficios han pasado a 84.000 euros. ¿Por qué no espera usted un mes más y las audita también?

Y todo esto, ¿para qué? Desde luego, no para que compren acciones de Libertad Digital los grandes inversores (entre otras cosas porque tienen analistas que se cachondearían de la oferta), sino en busca del pequeño inversor. En nombre de la libertad (¡Qué bella es la libertad!), se establece un límite máximo a la compra de acciones. Es decir, que don Federico está buscando accionistas casi particulares (que pagarán a precio de oro, ciertamente, pero particulares). Para aclararnos, según la normativa española, podríamos decir que en una Sociedad Anónima existen tres tipos de accionistas: los que tienen más del 50%, que mandan todo; los que tienen entre un 5% y un 50%, que no mandan pero pueden incordiar al que manda; y los que tienen menos del 5%, que se quedan para cortar el cupón y más les vale no rechistar. ¿Saben cuál es el límite de compra que ha puesto don Federico a tan onerosa ampliación de capital? ¡Bingo: el 5%! Es decir, el suscriptor de esa ampliación no va a mandar, tampoco va a cobrar, pero tendrá la íntima satisfacción de haber colaborado a una buena causa.

Y es que esto de los mercados de capital tiene mucha ciencia. Ciencia liberal, se entiende.

La operación del confidencial digital resulta especialmente significativa en un momento en el que los grandes editores, sobre todo de prensa diaria de pago, se revuelven contra Internet. La campaña, iniciada por el presiente de la Asociación Española de Diarios (AEDE) y consejero delegado del grupo Prisa-Sogecable, Juan Luis Cebrián, y secundada por el diario El Mundo, no es casual. Los Señores de la Prensa atacaron primero a los diarios gratuitos, haciendo un lobby político y una campaña para denigrar sus contenidos. Pero no han podido. La prensa gratuita ha sido el primer aldabonazo que anuncia la muerte por asfixia de la prensa clásica. El otro gran enemigo de la industria informativa es Internet. En la Red los editores comenzaron a atacar los resúmenes de prensa, especialmente los distribuidos a través de medios electrónicos. Pretendían con ello monopolizar la información y terminar con el derecho de cita, pieza clave de la sociedad de la información actual. Pero se estrellaron contra la sentencia del Tribunal de Defensa de la Competencia (TDC).

De cualquier forma, el tercer ataque ha comenzado. Se trata de desprestigiar a los medios informativos independientes, despectivamente calificados como confidenciales, que han surgido en la Red. La influencia de estos periódicos o confidenciales se basan en que publican aquello que no se atreven a publicar los diarios, demasiado alineados con los partidos políticos y demasiado comprometidos con los grandes poderes económicos. Por decirlo en pocas palabras, la información en Internet se está convirtiendo en lo políticamente incorrecto.

Ahora bien, esa independencia electrónica se debe a estructuras empresariales mínimas y, más en concreto, a un capítulo de gastos, asimismo mínimo, que no necesita recurrir ni a los mercados de capitales ni a las grandes fortunas para sobrevivir. En la neonata red de internet se está viviendo en el siglo XXI el mismo proceso que ha sufrido la prensa tradicional en el siglo XX: a medida que la empresa informativa crecía y las necesidades económicas se hacían más acuciantes, disminuía la libertad de los informadores y la transparencia en el ideario del medio.  

Y todo lo anterior quiere decir algo parecido a est La información no es un buen negocio y a medida que es negocio termina por no ser información.