Dormirán, de lunes a jueves, en la prisión Victoria Kent, en pleno centro de Madrid. Conde prepara un libro en el que culpa a Aznar de la intervención de Banesto. Romaní, por el contrario, quiere cambiar de vida

A partir del jueves 30, el ex presidente de Banesto, Mario Conde, y el que fuera su consejero delegado, Arturo Romaní, vivirán en régimen abierto. Conde cumple condena por el caso Banesto en Alcalá-Meco, mientras su vicepresidente, Arturo Romaní, lo hace en Soto del Real.

A partir de ahora, ambos ejecutivos sólo tendrán que acudir a prisión de lunes a jueves para dormir. Podrán, pues, pasar con sus familias el fin de semana, además de trabajar durante el día. Pendientes de las últimas resoluciones administradas por la Audiencia Nacional, se supone que Conde y Romaní pernoctarán en Victoria Kent, una residencia intermedia entre un penal y un hotel.

Tiempo atrás, Conde estuvo a punto de obtener la condicional, pero el escándalo político que se formó le impidió seguir adelante. Ahora ha sido Romaní quien ha puesto todo el empeño para hacer frente a las responsabilidades civiles y ha logrado un auto de la jueza, no impugnado por la fiscalía. Conde ha seguido la estela.

El caso Banesto aún hoy compromete a toda la cúpula política y económica española, y así ha sido desde el momento de la intervención, el 28 de diciembre de 1993. Por eso, quizás animado por el reciente libro de Memorias de Rafael Pérez Escolar, asimismo condenado en el caso Banesto el inquilino de Alcala-Meco se ha decidido a tomar la pluma. Y es que aquí chocan las dos personalidades. Romaní quiere comenzar una nueva vida, y está muy próximo a lo que podríamos llamar arrepentimiento. En el penal se ha convertido en un tipo muy querido por el resto de los reclusos. A fin de cuentas, también él es abogado del Estado, número uno de su promoción, y se ha dedicado estos años a trabajar como abogado, gratis, para otros reclusos.

Por el contrario, Conde ha mantenido un empecinado silencio, según sus próximos debido a cuestiones procesales, aunque algunos de sus compañeros de caso nunca hayan entendido su postura. Pero ahora que ha conseguido la condicional, un tercer grado restringido, el ex presidente de Banesto ha adoptado una postura vindicativa. Así, Conde prepara otro libro, y este será mucho menos teórico que El Sistema. Al decir de sus allegados, lo más curioso del libro es que el malo de la película no es el presidente del Gobierno en 1993, Felipe González, ni el ministro de economía, Calos Solchaga, ni el gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, hoy consejero de Botín, el hombre que se quedó con Banesto. Tampoco Jesús Polanco o SM el Rey de España, íntimos de Conde hasta unos minutos antes de la intervención. No señor, el malo de la película es nada menos que José María Aznar, a quien Conde considera el inductor de la intervención. No olvidemos que durante los primeros años noventa Conde era el personaje mejor valorado en las encuestas, y muchos le veían como el futuro líder de la derecha española, lo que anularía la opción del presidente del Partido Popular, José María Aznar. Conde está convencido de que fue Aznar quien indujo a González a dar el visto bueno a una operación que tenía como principal objetivo rematar a Mario Conde.

La verdad es que la operación Banesto tuvo una motivación económica y otra política, mucho más espuria. El agujero de 600.000 millones de pesetas, unos 3.600 millones de euros es una exageración inadmisible, pero lo cierto es que Conde y varios de sus colaboradores hicieron operaciones con las que se lucraron. Pero tuvo, sobre todo, una motivación política: tanto González como Aznar querían a Conde fuera de circulación.