José María Aznar ha escrito varias cartas a un joven español anónimo, y de matasellos le colocó el liberalismo, que es concepto utilísimo por equivoco y ambiguo. Aznar, con esa flexibilidad que le caracteriza, considera que la solución a los males del mundo es muy simple: si adoptas las posturas liberales todo irá bien; si no, tienes cita con el desastre y la miseria en un futuro próximo y en algún paraje cercano.  

Es curioso como todo aquel que ha abandonado la cosmovisión cristiana -aunque don José María cita en el libro, repetidamente, a personajes eclesiales, en especial a Juan Pablo II- se refugie en el liberalismo,  redefiniéndolo como una especie de cristianismo sin Cristo.

Ahora bien, al ex presidente siempre se le han dado mejor los mítines que los análisis, por eso su cristianismo es laico y su liberalismo de lo más clerical, es decir, más bien superficial, lo que demuestra que para alanzar el liderazgo conviene ser económico con las ideas, aunque no con la reiteración de las mismas. Sólo dos detalles, que pueden ayudar al director de esa fábrica de ideas que es la FAES:

1. El liberalismo económico consiste en la defensa de la propiedad privada, no de la empresa privada. Como recordaba Chesterton, que era liberal, el ladrón es un partidario entusiasta de la empresa privada, pero no de la propiedad privada. Es, precisamente lo que distingue a liberalismo del capitalismo, o, como diríamos ahora, lo que distingue liberalismo de neoliberalismo.

2. La lucha por la justicia económica no consiste en el enfrentamiento entre lo público y lo privado sino entre lo pequeño y lo grande, sea éste estatal o particular. El liberalismo lucha por la igualdad de oportunidades del individuo, sea frente a una multinacional o frente a un Gobierno. Buena prueba de ellos es la facilidad con la que políticos y grandes empresarios llegan a acuerdos, siempre en detrimento de la mayoría silenciosa o de las PYMES y los autónomos. La justicia sufre cuando los agentes políticos y económicos crecen. Lo malo es que en una sociedad mediatizada, el interlocutor del poder político es el poder económico: entre grandes anda el juego. Es la libertad de la zorra en el gallinero.

Es la conclusión de la lectura del líder del PP. Eso no es liberalismo, señor Aznar; sólo es capitalismo. O neoliberalismo, si usted lo prefiere.

Por lo demás, no acabo de entender la querencia juanpaulina de Aznar: el pontífice fue un gran defensor de la vida, pero durante sus ocho años de Gobierno José María Aznar multiplicó el aborto en España e introdujo el aborto químico masivo, con la distribución de la píldora abortiva (recuerden la frase de su esposa, Ana Botella: "Si la recetan los médicos no tengo nada que decir"). Aznar apoyó la guerra de Iraq, mientras Juan Pablo II advertía que los promotores de la misma responderían ante Dios, ante los hombres y ante la historia: ¿A qué juega Aznar?

Eulogio López

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