Este país tiene muchos problemas: el paro, la miseria creciente, la ausencia de valores en la actividad política, la partitocracia, la ausencia de un modelo de Estado -en discusión permanente- que contente a todos, etc… Esos son únicamente una parte de los problemas reales, los que de verdad preocupan a los españoles. No es de recibo, por tanto, inventarse problemas que no existen (es de imbéciles, para entendernos, porque el personal está para pocas coñas). Y es eso precisamente lo que ha ocurrido en Galicia, que el martes aprobó la primera ley española contra la discriminación homosexual. Bueno, hay que decirlo todo, el colectivo LGTBI es mucho más amplio: lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales (supongo que se refiere a los hermafroditas).

Estamos ante un tema de Estado, ojo, en el que la Xunta -¡oh cielos!- presume de ser pionera en España, cuando lo que ha hecho es plegarse a la vieja aspiración del colectivo Sete Cores, vinculado al Partido Socialista de Galicia, que ya intentó lo mismo en 2012.

La idea de fondo del proyecto consiste en homosexualizar a los niños. Con dinero público, claro está
Han pasado dos años, han vuelto a la carga y un PP lleno de complejos -porque no sabe a dónde va, que es lo que suele ocurrir cuando no crees en nada, salvo en medrar- ha dicho que sí, que vale.

Y a estas alturas de la película, la verdad, uno ya no entiende nada, porque el PP no iba de eso ¿no No sé cómo se lo explicará a su gente, ¿con la misma pedagogía que para explicarle el problema de Navantia o de los marisqueros de las Rías Baixas

La ley es, fundamentalmente, una estupidez: habla de discriminación hacia un colectivo que recuerda el viejo tópico de la explosiva relación yerno-suegra, siempre víctimas de no se sabe qué (el yerno y la suegra). Hombre, es verdad que hace años, en la España profunda el mariquita de turno tenía un problema -que tampoco fue para tanto como cuentan-, pero ahora no. El artículo 14 de la Constitución deja claro que "los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social". O sea, que, legalmente, no hay discriminación con los gais, las lesbianas, los transexuales, los bisexuales y los intersexuales.

Pero el colectivo LGTBI siempre quiere más y presiona hasta conseguirlo. El PP de Núñez Feijóo (en la imagen), que corre en la estúpida carrera de que a 'progre' no le gana nadie, ha dado el plácet. Debe tener algún miembro de ese colectivo en la Xunta, y eso, lógicamente, también tuerce voluntades.

Es obvio que la ley gallega no quiere sólo eso, quiere mucho más, sobre todo invertir -con perdón- la antropología elemental para comprender al hombre. Y esa inversión se llevará a las escuelas, a la administración, a las empresas, a los consejos de administración… Lo que la ley gallega dice es que para no discriminar es necesario visualizar desde la más tierna infancia (en ese sentido, los que han pasado por quirófano lo tienen más crudo, pero le pagarán también el quirófano). O sea, el cupo, en definitiva, como con la paridad. Y lo mismo habrá que pensar con las ayudas. El colectivo LGTBI recibirá subvenciones para frenar una discriminación  inexistente. Núñez Feijóo entra de lleno en la ideología de género -un estúpido invento, como cualquier otro- y no se da cuenta de que le han metido un gol por la escuadra.

Pero la cosa es más grave. La familia natural, o sea, la familia del 99% de los gallegos, ¿no queda discriminada Lo que dice esa ley es que es necesario reconocer las nuevas formas de 'familia', que define como las uniones "entre dúas persoas do mesmo ou distinto sexo en relación de afectividade análoga á conxugal" (no traduzco, se entiende). Insisto, por la misma regla de tres, debería haber una ley que no discriminara a la familia natural. Tiempo al tiempo porque nos estamos volviendo locos.

Queda un problema, además, por resolver. El artículo 14 de la Carta Magna se refiere también a otros tipos de discriminación. Eso quiere decir que la Xunta se estará dando prisa para reparar con otras leyes que no se discrimine por raza, lo que obligará a dar un estatus especial a los descendientes de los celtas -que reclamarán la propiedad de los castros y los dólmenes-, de los gitanos -pobrecillos, esos sí que están discriminados socialmente- o de los vascos allí residentes. Y no olvidemos la discriminación por cuestiones religiosas. Lo mismo, el lumbreras de Feijóo ya está pensando que en la catedral de Santiago o en la Santiña de Pontevedra también tienen que estar presentes, por aquello de no discriminar, un cupo de curas católicos que comparta la jornada con imanes musulmanes y rabinos judíos y además con un poco de todo ese colectivo LGTBI.

En fin, uno, modestamente, ante este tipo de idioteces se queda atónito, y si encima cuestan dinero, se cabrea, y si encima se meten en la educación de los hijos, sube la temperatura de ese cabreo. Y todo por las presiones de un lobby que aspira a que se vea su problema -que desconozco exactamente en qué consiste- como el gran problema de la humanidad. El paro, la miseria creciente, la ausencia de valores en la actividad política, la partitocracia,  etc… son menudencias, oiga usted, y si no pregúnteselo a Núñéz Feijóo.

Por cierto el Gobierno catalán de Artur Mas sigue el mismo camino.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com